Carlos Alberto Paredes Holguín
Universidad Nacional Mayor de San Marcos
ORCID: 0000-0002-8306-8427
fallenperu@gmail.com
Resumen:
Frente a una creciente tendencia política inclinada hacia posturas conservadoras, se hace necesario analizar los estudios centrados en los actores políticos peruanos cercanos a dicha tendencia ideológica. El análisis centrado en la década de 1930 parte de considerarla como una coyuntura marcada por el impulso conservador frente a una turbulenta coyuntura política. Dicho contexto fue marcado por nuevos actores y organizaciones políticas de corte izquierdistas o fascista, lo que significó la entrada de las masas en el espacio político y el modo de hacer política. El artículo busca analizar cómo fue estudiado el desenvolvimiento de los intelectuales conservadores frente a un panorama político bruscamente transformado.
Palabras clave: Conservadurismo, discurso, ideología, intelectuales, fascismo.
Introducción
El presente artículo busca explorar los estudios sobre el pensamiento político conservador en el Perú de la década de 1930. Un concepto y categoría que puede considerarse como un aspecto complejo de aplicar, analizar y definir. Partiré con buscar definir el punto clave de la frase: “conservador”, Michael Oakeshott definió el “ser conservador” con una categoría no necesariamente encerrada en el aspecto político, sino como un tipo de actitud. La misma está enfocada en usar y disfrutar lo disponible en lugar de desear o buscar otra cosa que estuvo o podría estar; lo que demuestra una estima por el presente, no basado en una conexión con el pasado o por su grandeza, sino por la familiaridad con dicha realidad. Por lo tanto, se entiende al cambio como un tipo de pérdida, lo que inclina al “conservador” a preferir modificaciones pequeñas y paulatinas, pues ello permite una apariencia de continuidad; no buscan mejoras obvias, sino que sean fácilmente asimilables.
Al entender que ser “conservador” tiene dichas características, el pensamiento político basado en ello puede demostrar una preferencia por un cambio controlable, además de entender que hay un presente por defender, o al menos un ideal del presente. Para la década de 1930, entender el pensamiento conservador nos ayuda a enfocarnos en una diversidad de actores políticos que buscaron sostener y defender un presente, que se vio amenazado por las nuevas propuestas revolucionarias del APRA y el Partido Comunista Peruano (PCP). La idea de una “revolución” significaba desechar no solo un presente construido por la familiaridad con dicha realidad, sino también un ideal futuro para dicho presente. Aunque claro, la defensa por lo vigente, no se basa en proyectos de imposición, sino en utilizar las reglas establecidas en el ámbito político. Al tener todo ello en cuenta, las figuras más cercanas al pensamiento conservador fueron los novecentistas, los casos más notorios fueron Víctor Andrés Belaúnde y José De la Riva Agüero y Osma.
De esta manera, el artículo se enfocará en el desenvolvimiento político-ideológico de los actores políticos que puedan ubicarse dentro del pensamiento conservador. Con la revisión propuesta, se busca difundir el cómo fue profundizado el conocimiento sobre el citado sector que, para el periodo seleccionado, se encontraba debilitado por una reconfiguración política. Además de notar cierta diversificación del cómo los estudios dedicados a sus figuras políticas los consideraron conservadores y su interacción con otras categorías políticas como el ser “reaccionarios”.
Dentro de la revisión bibliográfica se ha podido encontrar una gran diversidad de temas, por lo que se la ha dividido en tres acápites. El primero es un análisis sobre cómo ha evolucionado la perspectiva para el análisis del pensamiento conservador. En este caso, se subraya el cambio de un enfoque panorámico, influenciado por las grandes teorías hacía uno más centrado en el estudio de los actores políticos. El segundo acápite se centrará en cómo fueron las relaciones intelectuales e ideológicas desarrolladas por los actores políticos conservadores. Por ende, se profundiza en los estudios sobre la construcción de redes intelectuales que influenciaron en su pensamiento, así como el tipo de contacto que tuvieron con el fascismo. El último acápite, se dedicará al estudio de cómo se fueron organizando las derechas en el ámbito político, y en ella cómo se fue configurando la interacción con las propuestas de tendencia más conservadora.
El pensamiento político conservador: del panorama a los actores políticos
En este primer acápite se analiza cómo evolucionaron los estudios respecto al pensamiento conservador durante el periodo entre guerras, específicamente la década de 1930. Los cambios que se resaltarán son los giros respecto a los enfoques, el modo de análisis, el acercamiento, el tipo de fuentes y los objetivos planteados por los investigadores revisados. Se divide esta revisión en dos sub-acápites, el primero explora los trabajos influenciados por análisis sistemáticos, y el segundo se centra en las perspectivas más particulares, respecto a los actores y sus discursos.
- El conservadurismo peruano desde una visión sistemática
Entre finales de 1970 e inicios de 1980, se destacan diferentes estudios que aportaron una comprensión más refinada de la situación política durante el periodo de estudio seleccionado. Los diferentes trabajos buscaron dar aproximaciones a lo que se puede considerar como pensamiento conservador o temáticas relacionadas a él, pero es necesario destacar que su óptica evidencia un enfoque claramente influenciado por las “grandes teorías”. Iniciamos con el autor Howard J. Wiarda (1978) cuyo análisis identificó lo que catalogó como tendencias políticas corporativistas; y propuso que dicho proyecto de organización social fue utilizado por las élites para mantener un orden social que les beneficiaba. Lo más llamativo de sus planteamientos fue el proponer un tipo de enfoque que sale de lo netamente político, al atribuir que dicha preferencia al corporativismo proviene de una tradición cultural ibérica. Se puede decir que logró matizar las categorías de dicha tendencia ideológica al no encasillarla en el fascismo.
Su trabajo puede ser complementado con los planteamientos de Frederick B. Pike (1977) quien propuso que, desde la década de 1920, existieron pensadores de tendencia católica, arielista e hispanista que intentaron integrarse a la nueva etapa de transición política marcada por el protagonismo de las masas. Sus nuevas propuestas ahora se buscaban acercar a las ideas de una democracia cristiana y el humanismo, bajo un objetivo de evitar cambios bruscos. Sin embargo, ello no los posicionó necesariamente como reaccionarios, sino como un grupo de actores políticos que discordaban, con las nuevas propuestas populistas, respecto a quién debería encabezar la ola de cambios. Para dichos intelectuales, el pueblo necesitaba ser moralmente enderezado por el catolicismo y así encaminarlo en una vía no revolucionaria. De esta manera, su organización puede entenderse como una respuesta espiritualista contra las olas ideológicas positivistas y materialistas de las izquierdas, y al criterio mecanicista y utilitario del capitalismo.
El punto de similitud con Wiarda aparece con la introducción del concepto “corporativistas católicos andinos” cuyas ideas tuvieron como punto de origen al sistema español medieval y a su pasado virreinal; sumando que sus principios se basaron en el Rerum novarum y el Quadragesimo anno. Dicho pensamiento buscó criticar la presión capitalista contra los pobres, además que buscó impulsar un camino hacia lo que entendieron como “justicia social”. Se advierte no caer en categorizarlos como fascistas; puesto que si bien hubo intelectuales que lograron colindar con el ideario fascista, la mayoría se inspiró en un sistema más antiguo. Asimismo, se destaca una problemática proveniente de las investigaciones estadounidenses, pues demostraron poco conocimiento para estudiar y categorizar al corporativismo católico. Como consecuencia, dicha propuesta política terminó siendo asimilada en el fenómeno fascista, a pesar de ser esencialmente distinta; además que su contemporaneidad al momento de su auge pudo haberse dado sin depender el uno del otro.
Tomando en cuenta las propuestas de Pike, es importante también profundizar en otro autor como John T. Reid (1978) cuyo artículo complementa el conocimiento respecto al Arielismo, una corriente de pensamiento marcada por intentar impulsar valores e ideas latino-humanistas. Dentro del discurso arielista existió una dicotomía entre Calibán, como representación del materialismo y utilitarismo estadounidense; frente a Ariel como un contraste de tendencia más cultural, artística, espiritual y tradicional. Sin embargo, Reid entendió que dicha corriente no logró imponerse. Un caso relevante fue cómo varios autores latinoamericanos trataron de ensalzar las virtudes anglosajonas y latinas como un modo de alianza contra el Oriente. Si bien las acciones expansionistas de Estados Unidos complicaron el contacto, e impulsó el pensamiento “pan-latinista”, ello no duró mucho frente a la invasión francesa a México. Además, que las relaciones americanas se fortalecieron con la abolición de la esclavitud en los Estados Unidos. El resquebrajamiento del pensamiento arielista se hizo presente con las reflexiones de intelectuales como Víctor Andrés Belaúnde, quien terminó reconociendo que la cultura anglosajona tuvo mejores cualidades que la latinoamericana. El golpe final fue el contexto de la postguerra y la política del buen vecino en la década de 1940, lo que terminó llenando de contradicciones la creencia de una existente dicotomía “Ariel-Calibán”.
- Una perspectiva más particular: actores políticos y el análisis del discurso
Con el retroceso de las “grandes teorías” comenzó el auge de nuevas propuestas y enfoques mucho más centrados en los análisis sobre los propios actores sociales. Dicha perspectiva se condensó en estudiar sus discursos, y de esta manera se pasó a un análisis más centrado en lo particular del pasado. Antes de pasar a los casos concretos de estudios sobre intelectuales, quisiera destacar el artículo Emilio Candela (2004), quien desarrolló un tipo de introducción teórica para resaltar la importancia de analizar los discursos y su impacto en el proceso político. Aquellos efectos se hicieron presentes al ser un tipo de agentes polarizadores mediante una movilización de las emotividades, y el cómo buscaron promocionarse como alternativas novedosas.
Ahora, pasando a estudios sobre casos más concretos, Carlos Fernández Fontenoy (1991) comenzó con un artículo que analiza las ideas críticas de un intelectual: Víctor Andrés Belaúnde. Su estudio profundizó el conocimiento respecto a las ideas del intelectual sobre la problemática peruana en la década de 1930. Las ideas analizadas sobre Belaúnde se ubican en lo político y lo moral, pues desarrolla una crítica hacia una clase dirigente estancada, poco preparada y desmoralizada; además de las condiciones del centralismo que se retroalimentaba con el caciquismo, lo que terminaba impulsando el personalismo burocrático.
El artículo de Augusto Castro (1994) también desarrolló un análisis del pensamiento político de Belaúnde, pero resaltando y buscando dar a comprender que continuó con un tipo de ideal aristocrático; además de retratar al intelectual como un redescubridor de los ideales liberales y católicos para reformar la moral y política peruana. Sin embargo, para Fernández Fontenoy (1991), así como muchos de los que veremos más adelante, no se limita a exponer las ideas de Belaúnde, sino que busca contrastar lo que decía frente a sus acciones respecto a la realidad peruana. En este caso, destaca que, si bien Belaúnde desarrolló una actitud crítica a la situación peruana durante las primeras décadas del siglo XX, tampoco logró o buscó dar mucha batalla, como gran parte de su generación, al fenómeno de Augusto B. Leguía cuando inició su Oncenio.
Años más tarde, Castro (2006) publicó un libro dedicado a estudiar el pensamiento de figuras políticas e intelectuales. Se destaca su análisis sobre Belaúnde de quien analizó su concepción del Perú como una “síntesis viviente”, o un proceso, que tuvo como punto de partida a la conquista, específicamente el proceso evangelizador. De esta manera, la cultura hispánica logra ser un punto clave para la identidad peruana, además de considerarla como un contra peso frente a la cultura germana. El contraste, se basó en proponer a la cultura hispánica como la única vía para regenerar los principios y valores cristianos.
Antes de proseguir con los estudios específicos sobre el pensamiento de Víctor Andrés Belaúnde, quisiera mencionar el artículo de Teodosio Fernández Rodríguez (2009). Su análisis subrayó un punto interesante respecto a cómo la producción historiográfica encasilló a los intelectuales de la generación del novecientos en el tradicionalismo, el colonialismo civilista, el militarismo y el fascismo. De esta manera, se buscó destacar el discurso deseoso por robustecer el sentimiento nacional, encabezado por Belaúnde y García Calderón para solventar la crisis moral. Sin embargo, para dichos intelectuales, el amor a la patria debía construirse en el intelectualismo propio de una oligarquía virtuosa. Además, se logra profundizar respecto a dicha animosidad por el nacionalismo, como la posición de García Calderón de impulsar el latinoamericanismo frente al creciente panamericanismo estadounidense y el “paniberismo” español.
Trece años después, Eddy Walter Romero Meza (2022) analizó como el discurso que apuntaba a formar una síntesis terminó negando un espacio a las minorías, o incluso se buscó destruirlas si se resistían a la integración. Con una perspectiva más revisionista, consideró que el discurso homogeneizador también conllevó un mensaje racista sobre la población. Dicho significado se hizo presente con el modo en que los indígenas fueron interpretados como seres salvajes pero salvables mediante el mestizaje, lo que se materializó con la eugenesia. Sobre las figuras que impulsaron dicho discurso se puede encontrar a Belaúnde y Riva Agüero, quienes, si bien fueron más abiertos para tratar el “problema indígena” para la construcción de la identidad peruana, aun así, continuaron creyendo que debían asimilarse a lo occidental.
Continuando con los trabajos sobre el pensamiento político de Belaúnde, se tiene el estudio de Martín Santivañez Vivanco (2014) quien se enfoca en analizar el discurso de La crisis presente y busca destacar las influencias del arielismo. En su estudio, se hizo hincapié respecto al término “regenerar” como un aspecto central en las propuestas políticas arielistas, enfocadas en mejorar la educación, lo que evidencia una tendencia reformista. De esta manera, la “regeneración” se pudo entender no solo como la mantención de la “República Aristocrática”, sino también como la materialización de su imagen ideal. Sin embargo, no busca solo considerar que el arielismo tuvo influencias en los planteamientos del conservadurismo como vimos en el caso de Belaúnde, sino que también considera sus influencias en otras agrupaciones. Dichos alcances llegan hasta los casos del APRA y el PCP, aunque estas organizaciones decidieron ocultar dicho crédito para concentrar su ideología en el marxismo.
Imagen 1. El líder aprista Haya de la Torre hablando a los campesinos de la Hacienda Laredo, La Libertad, 1931

Fuente: Archivo Fotográfico Alberto Leiva La Rosa. Reproducido en Una vida agónica. Víctor Raúl Haya de la Torre, de Eugenio Chang-Rodríguez. Imagen de dominio público (PDM 1.0), https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Haya_de_la_Torre_-_1931.jpg
Otro análisis importante respecto a su pensamiento tiene que ver con la posibilidad de concebirlo como un intelectual antimoderno o ultramoderno. Frente a dicha dicotomía, Carlos Masías (2018) reflexionó sobre dónde podría ubicarse su posición política. Para lograr dicho objetivo tuvo que recurrir al análisis de sus obras, en la cual se resalta su crítica al giro hacia el materialismo en desmedro de la espiritualidad, caso ejemplificado en su libro El cristo de la fe y los cristos literarios. Belaúnde fue entendido como un intelectual que intentó ajustar cuentas con la actual modernidad, mas no propone un retorno al pasado, sino que debe reconsiderarse la fuerza espiritual cristiana para encaminar la modernidad. De esta manera, se concluye que Belaúnde fue un ultramoderno.
Años más tarde, el mismo autor publicó otro artículo donde buscó releer la obra La Crisis Presente de Belaúnde para brindar un mayor acercamiento a su pensamiento político e ideológico. Dentro de su obra, se hizo mucho énfasis en su preocupación por la disolución de la síntesis, comprendida por la materia, la vida y el espíritu; dicho ideal tuvo un alcance tanto a nivel individual como en lo colectivo y social. Otra de sus preocupaciones fue la imposición del instante en las decisiones políticas, pues se dejaría el bien común y la planificación por debajo de buscar contentar la opinión pública. Como se ha podido observar, los estudios sobre el pensamiento de Belaúnde han ganado mucha relevancia, posiblemente por la cercanía a que se cumpla un siglo de sus años más relevantes en el ámbito político e intelectual, la década de 1920 y 1930.
Para concluir con este apartado, dedicado a Belaúnde, se tiene el artículo de Jéssica Chirinos – Pacheco de Rivero (2021) sobre cómo el intelectual trató el tema de la relación Estado e iglesia. Belaúnde se destacó por su clara defensa por mantener dicha conexión. Se reafirma entonces su concepción de la religión como un factor vital para la cohesión cultural e identitaria, frente al distanciamiento político, social y geográfico. Asimismo, la autora brinda un acercamiento respecto al cómo pasó del espacio intelectual de sus propuestas, hacia el político para lograr concretizarlas en la nueva Constitución de 1933.
Para no limitar este acápite al análisis de Belaúnde, es necesario analizar otra figura importante del sector conservador peruano: José de la Riva Agüero y Osma. Básicamente el tomar a Riva Agüero como otro eje de estudio para este artículo tiene que ver con su propia figura, ya que sus ideas predominaron en el grupo político e intelectual conservador. Asimismo, la mayoría piensa primero en su figura, antes que la de Belaúnde, como un tipo de modelo para lo que entendemos como “intelectual peruano conservador”.
Desde fines del siglo XX, y con la nueva tendencia de estudiar los actores sociales, Juan Vallarías Robles (1998) analizó la evolución ideológica y teórica del intelectual citado, en este caso el de un “intelectual liberal vuelto fascista”. Fuera de centrarse en un tipo de análisis lineal, destacó el necesario cuidado para hablar de un Riva Agüero o liberal o fascista, básicamente por el propio desarrollo de su visión académica, social y política. El autor resaltó temáticas ligadas a cómo Riva Agüero concibió al Imperio incaico, la cual parte de verlos como una etapa previa a la civilización, pero con sus propios méritos como organizadores y benefactores, una visión claramente marcada por la figura del Inca Garcilaso de la Vega. Aquel planteamiento sirve para diversificar la imagen de los intelectuales novecentistas, o incluso con la imagen del “conservadurismo”, en la cuál podemos ubicar generaciones previas a la del 900, en general. Podemos partir de dos miradas, una es entender a Riva Agüero como un pensador cuyos planteamientos podrían ser considerados “centristas” respecto a los de Belaúnde o García Calderón. La otra es el posicionamiento del pensamiento, análisis y posición política de Riva Agüero respecto a un intelectual más longevo como Deústua.
De esta manera, se consumó un tipo de pensamiento “indigenista” en Riva Agüero, pero que terminó virando a un hispanismo más fortalecido; por diferentes factores. Estos son las medidas del Oncenio por impulsar un indigenismo populista, lo que conllevó al surgimiento de nuevas propuestas conocidas como “indigenismo revolucionario” marcado por las ideas del marxismo. Paralelamente, se tuvo el surgimiento de nuevos partidos y actores políticos, como el APRA y el PCP. Luego está un aspecto más personal como su exilio en España, y el impacto de sus tensiones locales, así como el posterior desarrollo de la Guerra Civil Española, la cual terminó relacionando con la violencia política en el Perú durante la década de 1930. De esta manera, el autor brinda un acercamiento para estudiar los cambios ideológicos de Riva Agüero; aunque tampoco propone un rompimiento de sus ideas, sino cierta continuidad, a pesar de que ello no signifique que sea inmutable a los cambios coyunturales.
Los estudios sobre su transformación ideológica continuaron con Jorge Trujillo Jurado (2015) quien buscó profundizar respecto al conocimiento de esos “Dos Riva Agüeros”. Su análisis propuso un acercamiento teórico para lograr deconstruir el pensamiento liberal de Riva Agüero; en la que logra detectar dos liberalismos: el antiguo y el institucional. El primero predominó en su periodo de juventud y fracaso político, mientras que el segundo tuvo el rol protagónico en los años en que fue denominado “reaccionario”. La coexistencia de ambos en diferentes momentos de su vida provoca que la catalogación de liberal no sea lo suficientemente específica. De esta manera, se critica la dicotomía ideológica de su liberalismo, al señalar que su propuesta liberal siempre tuvo esencia conservadora, pero que se le fue atribuyendo dicha categoría con los cambios en el espacio político.
Imagen 2. José de la Riva Agüero toma de posesión del cargo de Alcalde de Lima (1931)

Fuente: Repositorio Pontificia Universidad Católica del Perú http://repositorio.pucp.edu.pe/index/handle/123456789/71298
El análisis respecto a su pensamiento político fue proseguido por Osmar Gonzales (2021), cuyo artículo desarrolla un análisis comparativo entre las figuras de Riva Agüero y Vargas Llosa como puntos extremos ideológicos de la derecha peruana. Su estudio diferenció la construcción ideológica de ambos intelectuales conversos. Por un lado, Riva Agüero basó su ideología en la construcción de una identidad nacional y la concepción de una burguesía que domine el Estado para que apoye dicho proceso de fortalecimiento nacional. Por su parte, Vargas Llosa abandonó la labor de construcción identitaria y se aferró a la idea de una clase burguesa en el Estado inclinada al fenómeno globalizador. Lo llamativo de la comparación es cómo partimos de una coyuntura aparentemente común: la globalización, pero que en ese momento se encontraba en estados completamente distintos. Las décadas de 1920 y 1930 dieron la oportunidad para un desarrollo más fructífero de las ideas nacionalistas; frente a las décadas de 1980 y 1990, con una globalización casi imparable y con el desgaste de los proyectos nacionalistas a lo largo del siglo XX.
Relaciones intelectuales e ideológicas del conservadurismo peruano
Este apartado se puede dividir en dos sub-acápites. En el primero se analiza los diferentes trabajos que abordaron la construcción de las redes intelectuales desarrolladas por los conservadores peruanos en la década de 1930. Aunque es probable que también se tome en cuenta trabajos que aborden una temporalidad cercana a la década de 1910 y 1920; pues la construcción de los contactos en el ámbito intelectual toma su tiempo. Se espera lograr profundizar dichas relaciones para consumar una mayor comprensión respecto a cómo construyeron su pensamiento y propuestas políticas en base a sus influencias internacionales, y el cómo interactuaron con ellas. En el segundo punto se aborda los estudios centrados en sus contactos ideológicos con la creciente ola de los fascismos del periodo entreguerras. Para ello se tomarán en cuenta los diferentes estudios que abordaron dicho contacto, en base al modo de cercanía con las propuestas fascistas, tanto en el sentido ideológico como en la práctica política.
- La construcción de redes intelectuales
Abordar la edificación de dichas redes intelectuales siempre fue un aspecto llamativo y en parte poco tocado en los estudios historiográficos del Perú. Sin embargo, ello no significa una ausencia de interés, y mucho menos la inexistencia de trabajos sobre dicho tema. De esta manera, partimos de la investigación de Marcel Velásquez (1998), quien analizó la relación e influencia de la generación del 98 hacía la generación del 900; ambas con puntos en común respecto a rescatar la identidad nacional frente a la acelerada modernización. Aunque es importante señalar que su alcance va mucho más allá, puesto que también toma en cuenta a otros actores políticos debido al diversificado estudio de tres revistas: Colónida, Mercurio Peruano y Amauta. El análisis buscó centrarse en Unamuno como un importante punto de influencia, principalmente por su notorio contacto con diversos intelectuales latinoamericanos.
Dicha interacción e influencia con el conservadurismo peruano se aprecia en Víctor Andrés Belaúnde, quien fue considerado como uno de los primeros en contactar con las ideas neoespiritualistas, mayormente por sus contactos con España y otros intelectuales de la región. Un aspecto llamativo respecto a la influencia de Unamuno es su posición respecto al debate sobre la división desarrollada por la modernidad sobre el intelectual, puesto que lo desmembró en dos facetas: o eres artista o eres pensador crítico. Tanto Unamuno como varios integrantes de la Generación del 900 abogaron por que dicha unión debe mantenerse bajo la idea de que el letrado tiene un compromiso con su sociedad y su tiempo. Aunque no todo es compatibilidad, puesto que existieron diferencias entre la Generación del 98 y la del 900; la primera surge de las clases medias y tuvo contacto con los sindicatos, mientras que la segunda tuvo un espacio mayormente ubicado en la aristocracia y el mundo académico. Es importante resaltar una reflexión sobre la citada generación peruana, pues si bien estuvieron preparados y poseyeron mucha ambición, los grandes y acelerados cambios de la historia los terminaron frustrando. De la Belle Epoque y la consolidada República Aristocrática, pasaron a un mundo marcado por la crisis internacional, revoluciones y la creciente movilización política.
La construcción de las redes intelectuales fue profundizada por Eduardo Devés-Valdés (2010) cuyo libro contiene un apartado dedicado a las conexiones entre los arielistas, el sector de la intelectualidad que más se puede relacionar con el conjunto conservador. Las redes incluyeron a intelectuales peruanos como Belaúnde, Riva Agüero, y José Gálvez, quienes consumaron un contacto directo e indirecto con los intelectuales arielistas. A pesar de una aparente consolidación de una red de intelectualismo con futuro fructífero, nada fue más lejos que la realidad. Dichas redes fueron frágiles porque sus miembros buscaron un estrellato individual, el espacio era limitado al público masculino, y no hubo grandes logros para consolidar la integración de otros intelectuales brasileños o francoparlantes. Tampoco tuvieron una planificación a largo plazo, lo que limitó el apoyo estatal y con ello su institucionalidad; como consecuencia no hubo nuevos miembros que impulsen un proyecto arielista.
Ahora, pasaré al análisis de un periodo importante perteneciente a la década de 1930: la Guerra Civil Española, un conflicto que tuvo gran impacto en las discusiones intelectuales del Perú. El libro de Olga Muñoz (2013) realizó un trabajo enriquecedor para estudiar el desarrollo del pensamiento y las opiniones de los intelectuales; así como el tipo de redes formadas durante el mencionado conflicto, ya sea para el bando republicano o el nacionalista. Asimismo, el recuento de la posición de cada intelectual respecto al conflicto permite explorar los diferentes medios y espacios utilizados para que difundieran sus ideas y opiniones políticas. Al centrarnos en el discurso conservador, se destaca la reconciliación académica con España, lo cual reavivó el hispanismo peruano, cuyo principal representante fue Riva Agüero. Además, en la contextualización de Muñoz se puede apreciar cómo el sector político e intelectual de tendencia más derechista concibió a lo que sucedía en España como una premonición de lo que pasaría en Perú, o un retorno a lo sucedido a inicios de la década de 1930, periodo que a veces es categorizado como “guerra civil”. También se dedica un espacio para analizar a los intelectuales peruano de izquierda. Se recalca la limitada capacidad del PCP para movilizar voluntades a favor del bando republicano y el silencio del APRA frente al conflicto español.
Consecuente al análisis de la Guerra Civil Española y cómo fue abordada en el Perú, se tiene el artículo de Guillermo Fernández Ramos (2014) en el cual se buscó refutar la idea de que durante las dictaduras de aquella década se vivió una oscuridad intelectual e intrascendente. Su artículo sirve como un estado de la cuestión respecto a qué tanto se ha trabajado a los intelectuales peruanos durante el periodo de la Guerra Civil Española. Un detalle relevante es que la mayoría de la bibliografía revisada para su análisis proviene de investigadores extranjeros, lo que hace evidente un silencio en la investigación peruana. El artículo aprovecha en revisar diferentes ángulos de los intelectuales peruanos frente al conflicto, pues no se limita a presentar una óptica capitalina, sino que también toma en cuenta la perspectiva de las regiones, lo que podríamos considerar como una entrada a las ópticas más periféricas. A grandes rasgos, el texto de Fernández sirve como un preámbulo para estudiar a los intelectuales y académicos del periodo marcado por la Guerra Civil Española.
Dicho estudio puede ser complementado, y en parte reconfirma su propuesta de que sí hubo producción intelectual sobre la guerra, con el libro de Heraclio Bonilla (2018); el cuál también profundiza respecto a los escritos de intelectuales, pero ahora mucho más enfocado en la prensa; además de comprender los intentos de simpatía del conservadurismo con el franquismo español bajo el concepto de “travestimos ideológicos”. Además, me gustaría resaltar su mención sobre otros diarios más pequeños como Las Derechas o publicaciones de origen extranjero pero publicados en Perú, como Unidad y Arriba España; por ende, puede ser un momento importante para analizar estas fuentes con el tiempo y los recursos necesarios.
- Contacto y distanciamiento con el fascismo
Hablar de fascismo en el Perú es un tema bastante polémico, por no decir que afirmar la existencia de algo considerado como “fascismo latinoamericano” ya es un asunto debatido, y que continúa siendo tema de discusión en los estudios históricos. Uno de los primeros estudios sobre el “fascismo peruano” fue el libro de José Ignacio López Soria (2022), cuya revisión es importante para lograr un enfoque sistemático para comprender el contacto del fascismo con los diferentes sectores de la sociedad peruana. El autor dio en el clavo al proponer las divisiones entre fascismo aristocrático, el mesocrático (clase media), y el fascismo popular; además de dar un espacio para analizar las colonias europeas, en la cual resaltó el caso italiano. Al posicionar a ciertos actores políticos como fascistas terminó generando un importante debate dentro de los análisis del sector conservador en dicha década; como fue la discusión en base a la figura política de Belaunde.
La categorización de los actores políticos bajo el fenómeno fascista terminó siendo un punto de constante debate, porque se habla de atribuir un aspecto ideológico propio de un contexto considerado ajeno a los actores políticos latinoamericanos. Asimismo, la interacción de terminologías políticas como fascismo, derechismo, conservadurismo y pensamiento reaccionario se ha ido volviendo más compleja. A pesar de sus límites, López Soria dio un paso importante para impulsar investigaciones centradas en dicho sector político, social, cultural y económico. Es necesario tomar en cuenta el contexto historiográfico del citado autor, puesto que las décadas de 1970 y 1980 fueron marcadas por una expansión de estudios sobre intelectuales. La principal contribución del autor consiste en expandir el estudio a nuevos actores políticos, pues no se concentró en quienes cuestionaron el orden social, sino en quienes lo defendieron.
Stanley Payne (1980) en una investigación para entender el fascismo fuera de Europa, analizó posibles casos de manifestaciones en Latinoamérica. El autor dejó bastante claro que, para definir al fascismo, no solo debe tomarse en cuenta lo que dicen los propios fascistas, sino las condiciones que los llevaron a desarrollarse de cierta manera; por lo que concibe al fascismo como un fenómeno propiamente europeo. De esta manera, es erróneo buscar encajar el fenómeno fascista en Latinoamérica, porque las características coyunturales son claramente distintas a las europeas, como la poca movilización política de las izquierdas, el nacionalismo no competitivo, la complejidad social y racial, así como el dominio oligárquico patrimonial y las condiciones socioeconómicas.
Imagen 3. Víctor Andrés Belaúnde, 1905

Fuente: Fotografía tomada Harris & Ewing. Imagen de dominio público (PDM 1.0) https://commons.wikimedia.org/wiki/File:BELANUDE,_VICTOR_A._DOCTOR_LCCN2016860907.jpg
Además, que para el caso peruano resalta el surgimiento de un distintivo nacionalismo radical multiclasista en movimientos populares como el APRA; aunque fuera de dicho caso, no se profundiza más respecto al contexto peruano. Consecuentemente con las coyunturas propias de Latinoamérica, la práctica de las acciones y discursos del fascismo terminan siendo desviadas hacia posturas que justifiquen el mero autoritarismo o incluso buscar criticar el propio fascismo. Por lo tanto, el autor se cuestiona el encasillamiento de los grupos derechistas, reaccionarios y conservadores bajo un tipo de conjunto fascista, y busca ir más allá mediante estudios más particulares, pero sin considerarlos como casos aislados.
Para profundizar más respecto a este punto, se tiene en cuenta el libro de Fabio Kolar y Ulrich Mücke (2018) donde se analiza la idea de considerar la existencia del “fascismo ibérico” o “fascismo latino” mediante una comparación de vínculos transnacionales en el universo político fascista entre América Latina y Europa Mediterránea. Se destaca un aspecto vital para comprender la recepción de ideas nuevas y externas en Latinoamérica, pues estas tienen dos destinos, uno es aplicarlo tal cual su concepción y otro es adaptarlo a las condiciones locales de la región. De esta manera, los editores mencionan la búsqueda por esclarecer el “tipo ideal fascista”, una figura de pensamiento que permita distinguir el fascismo de otras ideologías de manera completa y evitar confusiones. No obstante, se recalca que dichos esfuerzos son complicados e incluso infructíferos debido a que se sigue confundiendo el fascismo con los autoritarismos, el conservadurismo y lo reaccionario.
Claro está, se debe reconocer que son posturas que pueden asociarse sin ningún problema en ciertos momentos específicos. Un aspecto importante para distinguir el fascismo es su autopercepción de ser un paso más allá de la modernidad, pues no quiere una vuelta al pasado, sino superar la etapa democrática liberal mediante la lucha y toma del poder para instaurar un corporativismo social. Teniendo en cuenta el esclarecimiento de la concepción y objetivos manejados por el fascismo, se nos explica el por qué solo quedó como una alternativa más para las derechas latinoamericanas. Si bien hubo contactos, ello no llevó a una aplicación directa; sino a que al menos ciertos grupos políticos intentaran adaptar el fascismo a las condiciones locales, como fue el caso de la Unión Revolucionaria y su obsesión con el fascismo italiano. Además, otro detalle importante fue el intento por tipificar las condiciones latinoamericanas sobre el alcance del fascismo en base a cómo avanzó la modernización e influencia del liberalismo.
Para el caso peruano, al ser políticamente liberal y poco modernizado, se terminó formando un fascismo limitado. Otro aspecto importante fue la coyuntura marcada por los autoritarismos militares, los cuales colaboraron con las élites latinoamericanas para sabotear el ascenso de una derecha radical revolucionaria como fue el fascismo. Asimismo, el alcance de los ideales fascistas por el expansionismo, se vieron limitados por la ausencia de veteranos, lo que limitó los afanes imperialistas; además la concepción de identidad para la nación ya estaba siendo ocupada por el catolicismo. De esta manera, se cuestiona al menos proponer una subtipología sobre el fascismo para el caso latinoamericano porque puede provocar una dispersión exagerada del concepto y dificulta también la comprensión del fascismo en sí.
El contacto con el fascismo no solo puede limitarse a un tipo de diagnóstico ideológico, por suerte existen trabajos centrados en analizar casos mucho más concretos. Orazio Ciccarelli (1990) estudió las relaciones políticas y diplomáticas entre la Italia fascista con el Perú durante el régimen de Benavides. Su artículo trata sobre cómo los diputados italianos se esforzaron infructuosamente, para influir en el presidente de turno, y con ello convencerlo de implantar una constitución corporativista en el Perú. Lo llamativo de su trabajo es el diagnóstico de los diputados italianos sobre el Perú y las posibilidades de poder concretar un proyecto fascista o al menos algo cercano.
El “fascismo oficial” catalogó al Perú como un país fuertemente influenciado por el liberalismo, no vieron una identidad nacional fuerte debido a la diversificación étnica y racial y, además, destacaron cómo la oligarquía aún poseía el poder. Incluso se consideró al partido Unión Revolucionaria como una mera imitación barata. Dichas condiciones hicieron que los diputados italianos consideraran al Perú como un espacio inviable para la difusión ideológica del fascismo y la consolidación de un proyecto corporativista. De esta manera, se puede apreciar en casos más concretos la dificultad, o incluso la imposibilidad, para afirmar la existencia de un “fascismo latinoamericano” y mucho menos uno peruano.
El contacto entre Latinoamérica y la Italia fascista continúa con el artículo de Laura Fotia (2020), quien, a diferencia del autor anterior, ofrece una visión mucho más panorámica de las relaciones diplomáticas, aunque ahora centrada en los ámbitos de “política cultural” y “diplomacia cultural”. Un punto importante del artículo fue señalar que, para la Italia fascista, la región latinoamericana consistió en componente vital para uno de sus proyectos identitarios más importantes. En este caso hablamos del “pan-latinismo”, un objetivo ideal basado en que Italia logre consolidar su figura como guía para la construcción de una civilización imperial. Su proyecto se podría consumar si el viraje de Latinoamérica se inclinaba hacia el eje italiano, para ello se emplearon acciones propagandísticas de diversas modalidades y formas, además que la herramienta diplomática era complementada con la movilización de personalidades políticas y económicas. Sin embargo, el proyecto terminó fracasando.
Ahora, es importante analizar los estudios ligados al intelectual peruano considerado el más cercano, aunque con sus propios matices, al ideario del fascismo: José de la Riva Agüero y Osma. Patricia Huanca (2012) estudió la relación del citado intelectual con la Guerra Civil Española, tomando en cuenta que se trata de un representante de la élite limeña con capacidad de voz y voto en la política contemporánea. Las fuentes utilizadas fueron sus cartas con Miguel Lasso de Vega, el marqués del Saltillo, un espacio que nos permite profundizar las preocupaciones de Riva Agüero por la coyuntura.
Las cartas demostraron diferentes temas de preocupación de Riva Agüero, uno de ellos fue el consumar diferentes tipos de apoyo a la causa nacionalista, e intentó hacerlas de conocimiento público, sobre todo para la élite monarquista española. Pero también destaca su deseo para fortalecer su identidad hispanista. Además, se preocupó para que el Estado logré tomar posición frente al conflicto, pues el interés de los criollos peruanos no fue tan notorio y el gobierno no desarrolló ninguna intención de formar parte de otro conflicto. Otro aspecto llamativo, fue el aporte de sus escritos en España, lo cual da pie a un posible nuevo aporte, que la autora considera relevante a desarrollar, basado en que no sólo hay una influencia de la guerra en Riva Agüero, sino que él también logró influir en ella.
El artículo de Nadia López Soncco (2016) parte de un análisis de fuentes compartidas con la autora analizada en párrafos anteriores, las cartas con el marqués de Saltillo. Su análisis toma en cuenta un breve recuento de los sucesos y polémicas de España en la década de 1930; para luego centrarse en el intelectual en sí, basados en dos momentos: 1931-1936, como un periodo previo al conflicto; y 1936-1939, con el estallido de la guerra. En ambos momentos puede destacarse un enfoque más centrado en sus opiniones políticas, ya sea por su preocupación de que España se convierta en el Perú, en este caso un desorden causado por partidos populares de izquierda. Asimismo, se destacan sus críticas a la debilidad y pasividad monárquica frente al advenimiento de la II República, lo cuál lo lleva a simpatizar con propuestas de rebelión contra el nuevo gobierno. Respecto al segundo momento, se denota un impulso de sus preocupaciones por la proliferación de la guerra española, la neutralidad del régimen de Benavides frente al conflicto y que se desarrolle un conflicto similar en el caso peruano.
Un punto llamativo en el texto de López Soncco (2016), fue busca relacionar la definición del fascismo de Emilio Gentile, con la cuál trató de conectar los objetivos fascistas con los planteamientos de la aristocracia civilista peruana. En este caso la idea de concentrar el poder y que esta decidiera sobre los designios de los demás como un principio que nutre las ideas de la restauración. Se trata de un asunto llamativo, ya que nos brinda entrada para tratar la cuestión sobre el cómo los intelectuales pertenecientes a la década de 1930 pudieron percibir el pensamiento fascista, la cual se profundizará en el siguiente artículo. Además, es llamativo el cómo se destaca la crítica y desconfianza de Riva Agüero respecto a la democracia, una posición compartida, y que facilitó su simpatía con el nacionalismo español de la época.
Otro trabajo importante sobre el contacto de Riva Agüero y el fascismo es el de Osmar Gonzales (2020). El autor realizó una comparación entre Riva Agüero y Felipe Sassone y demuestra las diferentes condiciones que hicieron que ambos autores inclinen sus simpatías por el fascismo. Por un lado, las razones de Riva Agüero pueden resumirse en que el Perú que una vez buscó reformar ya no existía. Su fracasada vida política en la década de 1910, su exilio durante el Oncenio y la modernización propugnada por ese régimen, terminaron transformando una realidad en la que él ya no era el personaje central. La transición del liberal reformista al fascista reaccionario, le brindó un espacio seguro del pasado y la tradición que en ese momento consideró que estaban siendo atentados. Por otro lado, la inclinación de Felipe Sassone al fascismo no fue por una decepción política, sino por un sentimiento de militancia por su estancia en España. Con el estallido de la Guerra Civil, no dudo en defender lo que entendió como la patria, por lo que brindó apoyo al bando falangista.
Si bien ambos intelectuales compartieron un punto de encuentro al abogar por la mantención de una aristocracia y el exclusivismo social, además de considerar a las masas como elementos transitorios; la coincidencia no duro mucho. Riva Agüero entendió al fascismo como una etapa para un proyecto restaurador, mientras que Sassone lo concibió como el constructor de un futuro, una “reacción renovadora”. Una reflexión importante es que, si bien la llegada del fascismo no consumó una adopción mayoritaria en los grupos de la derecha peruana, ello no quiere decir que no haya generado impacto en su configuración. Las derechas evolucionaron hasta que su bando intelectual terminó desapareciendo, dejando grupos reaccionarios que ya no realizan lecturas críticas de su realidad; el grupo político abandona el debate y se encierra en un círculo académico; u adoptan ideas menos liberales y reformistas con la cual tuvieron una lectura condescendiente de los “valores nacionales”.
El artículo de Víctor Samuel Rivera (2015) profundizó no solo en la figura del intelectual Riva Agüero y el fascismo, sino que también analizó la opción política tomada por la revista de la Universidad Católica en sus inicios. Se recalcó que la revista no se opuso a las publicaciones de corte fascista de Riva Agüero, aunque si buscaron distanciarse. Pero los escritos del intelectual mencionado no fueron los únicos, sino que también se desarrolló un tipo de narrativa manejada por algunos estudiantes que publicaron en dicha revista. Las características generales identificadas por el autor las concibe como un tipo de discurso reaccionario que concebía al fascismo como el “correcto resurgimiento del Antiguo Régimen”. De esta manera, se desarrolló un tipo de discurso centrado en criticar la herencia republicana e ilustrada, al concebir a la crisis presente como una consecuencia del caos desencadenado por la Revolución Francesa.
En la revista se proponía la construcción de la identidad peruana basada en el contacto con los castellanos, lo que denota la presencia de discursos hispanistas; pero no se detiene en ello; también se detectó un escrito de corte religioso, la cual criticaba férreamente a la votación parlamentaria favorable al divorcio. Además, tenemos el texto de Jerónimo Alvarado, un estudiante universitario que buscó desarrollar un texto apologético a la monarquía y crítico al sufragio universal. Es llamativo que no se quiso escribir mucho sobre Hitler, salvo considerarlo como un tipo de régimen regenerado, pero no pasó más de ello. El artículo permite conocer el pensamiento conservador peruano no solo desde la óptica de las grandes figuras intelectuales.
Imagen 4. El gabinete Sánchez-Cerro. Perú, 1932

De izquierda a derecha: Benavides, Rodríguez, Freund, Lanatta, Chávez C., Flores, Sayán, Losada y el diplomático Pedro Ugarteche Tizon. Presente núm. 20. Imagen de dominio público (PDM 1.0) https://commons.wikimedia.org/wiki/File:GabineteSanchezCerro.png)
El accionar político del conservadurismo
Este último apartado se centra en analizar los estudios ligados a las acciones políticas, centrados en comprender a los intelectuales del pasado como actores políticos y el cómo plasman su pensamiento en proyectos u organizaciones en concreto. Teniendo en cuenta ello, Candela (2010) analizó la participación de la agrupación Acción Patriótica. Dicha organización buscó oponerse al personalismo político, además de presentarse como una renovación ideológica. Su conformación respondió a las dos caras de la oligarquía, una ideologizada y otra pragmática, siendo el grupo estudiado perteneciente a la primera cara. Para la Acción Patriótica no existía una posición de centro, su principal enemigo ideológico fue la izquierda, dicha enemistad también surgió por aspectos más personales como el asesinato de Andrés Miro Quesada. Sus objetivos, aunque dicha agrupación se concibió como una unión temporal frente a la amenaza del comunismo, fueron evitar la destrucción del orden social y la autoridad estatal, el cuál se debía consumar mediante el combate político contra su adversario ideológico. Frente a las críticas buscó posicionarse como un partido moderno y contrarrestar así las acusaciones de que buscaban restaurar la República Aristocrática.
El libro de Emilio Candela y Jorge Lossio (2019) dio una entrada interesante sobre el panorama político durante la década de 1930, profundizando en los propios actores políticos. En este apartado se resalta los casos de Jorge Prado y Manuel Vicente Villarán, ambos candidatos que buscaron representar las posturas centristas y derechistas respectivamente. La existencia de ambos políticos fue también un síntoma de la fragmentación en las derechas para afrontar la crisis. Se postuló que Prado buscó posicionarse como una alternativa renovada, con claras inclinaciones a la derecha, pero abierta a la posibilidad de negociar con la izquierda para consolidar la concordia. Curiosamente, su postura puede posicionarse mucho más cercana al conservadurismo de Belaúnde, quien a pesar de ser alguien más perteneciente a las derechas, tampoco escatimo en dialogar y debatir, sin caer en el odio con la intelectualidad de la izquierda.
Después está Villarán, quien fue representante de la derecha más radical y conservadora, pero distanciada de la Unión Revolucionaria, buscaba negar las posibilidades de la neutralidad en los espacios políticos pues entendieron que la lucha política debe consolidarse en base a la unión derechista contra las fuerzas de comunistas, aunque ello también conllevó a que manejen un tipo de discurso más centrado en las reflexiones académicas y no tanto en la vida política. Aquí se puede apreciar también una tendencia política mucho más ligada al perfil de Riva Agüero, cuyas posturas reaccionarias no buscaron un tipo de negociación con la izquierda, aunque tampoco consumó una clara adición a la derecha de Villarán, más que todo también por asuntos personales y rivalidad de personalidades políticas. Asimismo, el apartado analizado también da mayores luces para conocer los medios utilizados por las derechas para difundir su mensaje, como fue el uso de la prensa, los mítines y emisiones radiales, esto último considero que debe darnos señales de que la radio es una fuente poco estudiada para analizar dicha década. Otro actor político resaltante en la época fue Raúl Ferrero Rebagliati cuyo libro Marxismo y nacionalismo: Estado nacional corporativo dio luces para conocer más como el pensamiento conservador adoptó la llegada de propuestas políticas de la configuración estatal alternativas como respuestas a la coyuntura.
A continuación, se tiene el estudio de Ricardo Cubas (2018) quien tiene el mérito de incluir a un nuevo actor político: la iglesia. Su texto profundizó la reacción de la iglesia frente a la crisis política y el tambaleante “modus vivendi” por la radicalización de los partidos de masas. Como respuesta a la coyuntura, la Iglesia se politizó y desarrolló un discurso reformista a nivel social y político, en la cuál abordó temas sobre derechos de los trabajadores, los indígenas y las mujeres; mientras que también defendía valores tradicionales como el matrimonio, junto a la defensa por mantener la relación Estado-Iglesia. Dichos objetivos trataron de concretarse con la participación electoral del partido Unión Popular, la difusión de propuestas políticas en misas, e incluso con la figura del intelectual Belaúnde en la Asamblea Constituyente. El artículo logra expandir el panorama sobre cómo se han configurado las agrupaciones políticas durante la lucha política de 1930; de esta manera se enriquece el análisis de los sectores conservadores. De esta manera se encuentra otra postura alternativa del conservadurismo para afrontar la polarización política mediante un mensaje conciliador, entendido como una medida preventiva. Además, la existencia de una Iglesia politizada fue polémica en su momento, por lo que su fundación evidencia la diversidad de tendencias políticas en un grupo tan basto como la agrupación católica. De esta manera, se pone en relevancia la capacidad de agencia de los actores políticos y sociales al momento de afrontar y buscar configurar su propia realidad política.
Reflexiones finales
Después del recorrido, puedo proponer tres reflexiones finales sobre los tres acápites propuestos. El primer apartado nos introdujo a los cambios de enfoque desarrollados en las investigaciones que se aproximan al análisis de la derecha conservadora peruana. Se inicio con una perspectiva centrada en el análisis sistemático, debido a la influencia de las grandes teorías de los años 70 y 80; hasta pasar a estudios mucho más enfocados en el pensamiento político e intelectual, en la cual los discursos se convierten en las principales fuentes de análisis. En ella se observa una gran producción enfocada en la figura de Víctor Andrés Belaúnde, y en parte sobre el pensamiento de José de la Riva Agüero. La nueva tendencia, se ha centrado en retomar los planteamientos de dichos intelectuales respecto a la crisis peruana de la década de 1930; posiblemente para comprender nuestras problemáticas actuales. Otra posibilidad puede ser la cercanía por cumplir el centenario de aquellos años.
Seguidamente, se encuentran los estudios sobre la construcción de relaciones intelectuales e ideológicas del conservadurismo peruano. En ella decidí enfocarme en dos ejes: uno centrado en las redes intelectuales y el otro en el contacto con el fascismo. Los trabajos revisados para el primer eje evidencian una relevante influencia del arielismo y la Generación del 98 en la construcción del pensamiento y propuestas de la Generación del 900. En las propuestas compartidas en aquellas redes se evidencia un mantenimiento de la tradición, la necesidad de una regeneración moral de los valores católicos, la defensa por la identidad nacional y una lucha contra la influencia del positivismo y la cultura germana para dar mayor relevancia a las posturas espiritualistas e hispanistas. Aunque dichas redes no lograron consolidarse ya sea por los defectos propios del intelectualismo de la época o por el acelerado cambio de las coyunturas sociales, políticas y culturales en la historia.
Los estudios para el segundo apartado muestran que el contacto con la ideología fascista que ha ido evolucionando, hasta llegar ser considerado como un vaivén ideológico. Se parte desde posturas que trataron de encajar el modelo del fascismo como una categoría compatible con la derecha peruana, la cual estuvo conformada tanto por posturas conservadoras, liberales y reaccionarias. Sin embargo, dicho postulado fue perdiendo impulso con un mayor análisis de casos sobre cómo las élites interpretaron al fascismo como un proyecto atractivo, pero que solo se quedaría limitado a una alternativa. Sumando incluso los intentos fracasados del fascismo italiano por consolidar un proyecto de influencia cultural y política en el Perú. Ello incluso los llevó a considerar al Perú como un país inviable para el ideario fascista. A pesar de eso, el fascismo sí tuvo efectos, puesto que influyó en la formación de nuevas derechas mayormente centradas en ser autoritarias, lo cual las alejó de su lado intelectual y los debates sobre la realidad nacional.
Para el tercer acápite se pudieron apreciar diferentes estudios sobre cómo se fueron organizando diferentes agrupaciones partidarias. La diversidad de las organizaciones políticas nutre una visión diversificada de cómo se han ido configurando las derechas frente a una coyuntura dónde ganaban terreno los partidos de masas. Entre las organizaciones más representativas tenemos a la Acción Patriótica y la Unión Popular, ambas buscaron ser un contrapeso al avance de las izquierdas; pero tuvieron un origen distinto, la primera fue principalmente compuesta por una derecha más radical, frente a otra de origen católico. Así mismo, la fragmentación de las derechas se hace evidente con la presencia de candidatos como Jorge Prado, de tendencia más moderada, pragmática. y centrista, y Manuel Vicente Villarán, el cuál tuvo una clara inclinación a la polarización derechista centrada en luchar contra la izquierda.
Carlos Alberto Paredes Holguín es estudiante de pregrado para la carrera de Historia en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Prepara su tesis de licenciatura sobre la figura de Víctor Andrés Belaunde. Ha publicado una reseña al libro Intelectuales y poder político: La generación romántica en el Perú (1848-1872) de Carlos Pérez Garay (Revista del Instituto Seminario Historia Rural Andina, 2022, 10).
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