Thomas Ward
Loyola University Maryland
tward@loyola.edu
Resumen
Este artículo acude a Emilio Choy, un antropólogo peruano no aceptado completamente por la academia, para establecer su concepto del cronista Inca Garcilaso de la Vega explayando la forma en que el cronista puede leerse como un pensador crítico, específicamente, como un pensador descolonial. Como parte de esta lectura de Emilio Choy de Inca Garcilaso se tomará en cuenta cómo Choy respondía al hispanista argentino Roberto Levillier y su concepto negativo de Tawantinsuyo y de Inca Garcilaso.
Palabras clave: Inca Garcilaso de la Vega, Roberto Levillier, Emilio Choy, Tawantinsuyu, pensamiento crítico, pensamiento descolonial.
Introducción
El argentino Roberto Levillier tuvo la suerte de venir al Perú como Ministro Plenipotenciario de la República Argentina. Antes, había sido historiador oficial del Congreso Argentino en el Archivo de Sevilla, cargo que le habría facilitado acceso a un abanico amplio de fuentes coloniales. En Lima, se incorporó como Académico Honorario al Instituto Histórico del Perú. En una sesión celebrada el 27 de diciembre de 1924, el condecorado brindó un Discurso de Incorporación al Instituto. Levillier optó por ofrecer un elogio del Perú en el que, incongruentemente, aprovechó un par de párrafos para cuestionar la veracidad de los Comentarios reales de Inca Garcilaso de la Vega. Estos dos párrafos constituyen la semilla para que Levillier le dedicara el resto de su vida a denigrar a los incas, a Garcilaso, y a fomentar el hispanismo.
Nueve años antes del discurso de Levillier, precisamente, el 13 de enero de 1915, nació Emilio Choy Ma. Cuando su padre murió en 1932 el joven se vio forzado a abandonar los estudios formales para apoyar a su madre y a su familia. Por ello, el origen de su obra yace en su autodidactismo. Entre su obra dispersa no recogida en libro (Rodríguez Rea en Melgar Bao 1983, pp. 181-182), parece que su primer artículo fue “Dos Chinas: la conocida y la desconocida” de 1945 (Fernández, 2022) publicado cuando ya tenía treinta años. La investigación de Choy supera a la influencia de la dominante ciencia social norteamericana en el Perú y, por lo tanto, puede considerarse, según Ricardo Melgar Bao “como punto de ruptura y viraje de las disciplinas antropológicas” (1983, p. 145). Esto lo ha logrado a pesar de la fomentación de, puntualiza Melgar Bao, “los actos de filibusterismo intelectual sobre su obra editada o inédita” (1983, p. 146).
Dos décadas después de “Dos Chinas”, entre 1960-65, lanzó cuatro artículos de tema descolonial sobre Inca Garcilaso de la Vega. Wilfredo Kapsoli hizo un listado de cincuenta artículos, reseñas, prólogos, y artículos periodísticos publicados por Choy durante su vida (2015a, p. 49). Entre ellos impresiona que cuatro estudios desarrollados completamente traten el tema de Inca Garcilaso. Estos incluyen “Garcilaso y la Inquisición” (1960), “Quienes y por qué están en contra de Garcilaso” (1961), otro, cuyo título se modificó a “El anticolonialismo en la obra de Garcilaso de la Vega” (1964) y “Garcilaso frente al colonialismo hispánico” (1965).
Introducción
El argentino Roberto Levillier tuvo la suerte de venir al Perú como Ministro Plenipotenciario de la República Argentina. Antes, había sido historiador oficial del Congreso Argentino en el Archivo de Sevilla, cargo que le habría facilitado acceso a un abanico amplio de fuentes coloniales. En Lima, se incorporó como Académico Honorario al Instituto Histórico del Perú. En una sesión celebrada el 27 de diciembre de 1924, el condecorado brindó un Discurso de Incorporación al Instituto. Levillier optó por ofrecer un elogio del Perú en el que, incongruentemente, aprovechó un par de párrafos para cuestionar la veracidad de los Comentarios reales de Inca Garcilaso de la Vega. Estos dos párrafos constituyen la semilla para que Levillier le dedicara el resto de su vida a denigrar a los incas, a Garcilaso, y a fomentar el hispanismo.
Nueve años antes del discurso de Levillier, precisamente, el 13 de enero de 1915, nació Emilio Choy Ma. Cuando su padre murió en 1932 el joven se vio forzado a abandonar los estudios formales para apoyar a su madre y a su familia. Por ello, el origen de su obra yace en su autodidactismo. Entre su obra dispersa no recogida en libro (Rodríguez Rea en Melgar Bao 1983, pp. 181-182), parece que su primer artículo fue “Dos Chinas: la conocida y la desconocida” de 1945 (Fernández, 2022) publicado cuando ya tenía treinta años. La investigación de Choy supera a la influencia de la dominante ciencia social norteamericana en el Perú y, por lo tanto, puede considerarse, según Ricardo Melgar Bao “como punto de ruptura y viraje de las disciplinas antropológicas” (1983, p. 145). Esto lo ha logrado a pesar de la fomentación de, puntualiza Melgar Bao, “los actos de filibusterismo intelectual sobre su obra editada o inédita” (1983, p. 146).
Dos décadas después de “Dos Chinas”, entre 1960-65, lanzó cuatro artículos de tema descolonial sobre Inca Garcilaso de la Vega. Wilfredo Kapsoli hizo un listado de cincuenta artículos, reseñas, prólogos, y artículos periodísticos publicados por Choy durante su vida (2015a, p. 49). Entre ellos impresiona que cuatro estudios desarrollados completamente traten el tema de Inca Garcilaso. Estos incluyen “Garcilaso y la Inquisición” (1960), “Quiénes y por qué están en contra de Garcilaso” (1961), otro, cuyo título se modificó a “El anticolonialismo en la obra de Garcilaso de la Vega” (1964) y “Garcilaso frente al colonialismo hispánico” (1965).
Imagen 1. Roberto Levillier

Fuente: “France, Monsieur Robert Levillier, 10 de mayo de 1928”, Albert Kahn. Musée dépertamental, , num. de inventario: A54704, (CC BY 4.0), https://collections.albert-kahn.hauts-de-seine.fr/document/proprit-d-albert-kahn-boulogne-france-monsieur-robert-levillier/617a7a3ecf8b8968b3358cf2?
Imagen 2. Emilio Choy Ma

Fuente: Mario Choy Ma, Testimonio filial. Homenaje a Emilio Choy Ma, Boletín Casa Museo José Carlos Mariátegui(enero – febrero de 2015), p. 10
El desacuerdo con el hispanista Roberto Levillier
Nuestra historia comienza en 1925 cuando Emilio Choy solo tenía diez años. En ese momento Roberto Levillier brindó su discurso de inauguración al Instituto Histórico del Perú, y en él, se refiere a uno de los autores más afamados del Perú como un “malicioso irreverente y gran artista que fue Ricardo Palma” (1925, p. 399). Y si no fuera significante que el honrado argentino trate de degradar a un querido escritor peruano a tal nivel, va contra otro, el Inca Garcilaso de la Vega a quien llama “un espíritu igualmente malicioso, irreverente y artista”. Levillier descubre en los Comentarios reales “el fino tejido de embustes y de errores, aparentes” (1925, p. 400). Es una actitud extraña de tomar en un país que le brindó el honor de académico en el Instituto Histórico, la de tratar de tumbar a sus dos escritores más eminentes.
Saltando en el tiempo por siete lustros, Emilio Choy, como si respondiera al Discurso de Levillier, afirma “Las Tradiciones son, en realidad, una condenación del régimen colonial, y esa es una de sus mayores virtudes. Y Garcilaso no hizo otra cosa que luchar contra ese régimen” (1985a, p. 40). El hecho de comentar precisamente a estos dos autores sugiere que leyó el discurso de 1925, publicado en la Revista Histórica. En la referencia a Palma y el Inca Garcilaso imbuida con la perspectiva que define al pensamiento de Emilio Choy, resalta la idea de la posibilidad de un pensamiento descolonial.
¿De dónde recibe el académico honorario Levillier una conceptualización tan pesimista, errónea y tal vez racista? ¿acaso fue debido a que los orígenes étnicos de Garcilaso y Palma solo fueron parcialmente hispanos? Una razón se encuentra en el hecho de que el perfil de Levillier fue, como lo describe Choy, el de un “feroz hispanista” (1985b, p. 50). Este hispanismo ya se había revelado tres años antes cuando Levillier publicó con José de la Riva-Agüero Audiencia de Lima: correspondencia de presidentes y oidores. Documentos del Archivo de Indias (1922). Otra parte de la respuesta a esta inquietud se encuentra en la historia literaria latinoamericana, la escrita por otro hispanista despiadado, Marcelino Menéndez y Pelayo, quien trama controlar y regular la historia literaria latinoamericana desde la antigua metrópoli, especialmente a detrimento de la obra y persona de Inca Garcilaso. Levillier se explayó en su lamento sobre el prestigio duradero de Garcilaso, “ni los ataques de Menéndez y Pelayo y los que siguieron la misma vía; amparados en la autoridad del gran crítico, han logrado destruir el prestigio de que injustamente sigue gozando; singular triunfo de la belleza sobre la verdad” (1925, p. 401). Levillier se preguntó cómo es posible que una autoridad tan eminente como la de Menéndez y Pelayo, no pudo destrozar el papel de Garcilaso en la historiografía y la literatura del país bondadoso que le brindó la distinción de ser Académico Honorario en el Instituto Histórico.
El desacuerdo con el hispanista Menéndez y Pelayo
Toda la crítica que el filólogo Marcelino Menéndez y Pelayo (1905–1915, v. I, p. CCCXCI) lanzó casi con rabia contra Inca Garcilaso, resumida en el libro de Enrique Cortez (2018, pp. 117-159), fue rechazada por Emilio Choy en “Garcilaso y la Inquisición” (1976, p. 10). Cuando el peninsular dice de la obra del gran cronista, “Los Comentarios Reales no son texto histórico: son una novela tan utópica como la de Tomás Moro”1 ”[1], Choy replica, “discrepamos ampliamente”. En otro lugar hemos explicado que la Utopía de Moro no tiene trama en el sentido de una novela, no se presenta un héroe, ni un antihéroe, no hay desarrollo de personajes. No hay clímax, desenlace, ni resolución final como se espera de una novela que tiene que mantener el interés de sus lectores (Ward, 2017, p. 30). Podemos agregar en esta coyuntura que todos los personajes en los Comentarios reales o son legendarios o son históricos. Comparados con Don Quijote de la Mancha, la primera parte de 1605, aparecida cuatro años antes de los Comentarios, claramente, no son del mismo género literario. Los personajes del Inca Garcilaso no son creaciones del autor como se espera de una novela. No puede ser novela ni en el sentido del texto de Moro ni en el sentido más amplio de qué es una novela. Lo que sí descubre Choy fue que Garcilaso exageró acaso algunas hazañas de los líderes incaicos con un afán de avivar el ideal de una sociedad mejor que la que era actual en su momento. Esta representación, el garcilasista agrega, nos conduce a la pregunta “¿por qué [Garcilaso] no podía aspirar a construirse una civilización con mayor desarrollo?” (1976, p. 10). Choy interroga a sus lectores, ¿Qué tiene de malo querer una sociedad mejor?
La hipérbole en una obra historiográfica no implica que la obra es ficción, sino que hay cierta literariedad de la obra histórica, la que aumenta su valor estético. Es a lo que se refirió Levillier cuando escribió “artista” y al “triunfo de la belleza sobre la verdad”. En “Quiénes y por qué están en contra de Garcilaso”, Emilio Choy tomó en cuenta un elemento del conflicto hispanista-indigenista cuando explicó: “Ante las maniobras de Toledo y sus historiadores, que trataban de rebajar el nivel de desarrollo alcanzado por los incas y su acción progresista [,] Garcilaso exageraba la acción civilizadora de estos últimos” (1985a, p. 27). Levillier había entrado en esta materia cuando publicó un libro en 1935 con un título revelador de su perspectiva: Don Francisco de Toledo: supremo organizador del Perú; su vida, su obra (1515-1582), cuya contrapartida se encuentra en una representación negativa de los antiguos andinos, Los Incas,que Levillier publicaría en 1956, cuatro años antes de los ensayos que Choy lanzaría al comenzar la década de los 1960. El Virrey Toledo tomó lo que había de la organización incaica y la reformuló para favorecer a España. José Antonio Mazzotti, observó que Toledo reorganiza la población andina en reducciones, y nota que Toledo tomó la mita, una forma de labor recíproca incaica, para convertirla en una forma de trabajo forzado en las minas. La mita era agrícola, luego formó parte de la economía de extracción (2018, 82-83). El concepto de “supremo organizador” de una civilización ya organizada no implica nada más que una fuerza colonialista. Choy censuró a Levillier por elogiar a Toledo y expande y remata la idea cuando censura a los investigadores que aún defienden “las Informaciones de Toledo”, quienes son “historiadores que han puesto su ciencia al servicio del colonialismo antiguo y moderno” (1985a, p. 39). En esto, se alude a los historiadores modernos que no han logrado suprimir de sus mentes el colonialismo que les llega mediante los documentos virreinales imbuido de colonialismo hispanista.
Emilio Choy tomó todo este hispanismo no inclusivo, y lo abrió para incluir lo andino. En el ensayo “Garcilaso frente al colonialismo hispano” (1985b), elucida en cuanto al gran cronista, “Su grandeza radica en que el hispanismo estaba en función de la defensa del porvenir de lo indio” (p. 57). Ahora el hispanismo puede incluir a lo incaísta.
Portada de la primera edición de la Primera parte de los Comentarios Reales (1609)

Fuente: Imagen de Dominio público (PDM 1.0). Biblioteca Nacional del Perú, https://bibliotecadigital.bnp.gob.pe/items/67eda73a-528b-47d4-b6be-8bbd00ee7745
La base económica feudal
¿Cuál es el meollo de esta idea descolonial de Choy? El investigador-pensador nos lo esclarece cuando propone que la vida diaria en Andalucía influía en el Inca mientras se preparaba a escribir los Comentarios: “Pero si el ambiente medieval de Montilla dio la tranquilidad para que se escribieran los Comentarios, las condiciones medievales, en lo económico y lo social, que dominaban en España serían el objetivo que con mayor ardor trataría el Inca de destruir con la agresividad de su obra literaria” (1985a, p. 19).
Debido a sus observaciones y a sus lecturas, concibe una función para la historia. Choy explica que, “en Garcilaso la historia tiene un objetivo: movilizar a los hombres a luchar contra la situación existente” (1985a, pp. 25-26). Entonces el idealismo de los Comentarios puede leerse como una respuesta al medievalismo de la sociedad española en la que vivió el Inca cuando tradujo los Diálogos del amor, cuando compuso La Florida del Inca, y cuando inició la composición de los Comentarios reales. Esta sociedad, nos recuerda José Antonio Mazzotti (2024), se inundaba de mendigos, personas a quienes les vetaba participar en la economía de los metales preciosos. La presencia de los mendigos podría haberse evocado la presencia de esclavos en las sociedades esclavistas.
La base económica esclavista
Existe otra dimensión económico-social y tiene que ver con la noción de socialismo de que se tiene. Concluye Choy, “Roberto Levillier al calificar de comunista el imperio incaico y [Jean] Baudin al llamarlo socialista cometen inexactitudes históricas en forma deliberada” (1985a, p. 28). El Tawantinsuyo no puede haber sido socialista porque “la producción anterior a Pizarro era agrícola, basada en el empleo de la mano de obra en provecho de las castas esclavistas dominantes: nobleza, clero y curacas” (1985a, p. 28). Siendo esclavista le ayudó a Tawantinsuyo acercarse al nivel de Egipto, China, y la India, nos explica Choy en otro estudio de la civilización andina, “La revolución neolítica” (1983, p. 179). La presencia de los mendigos en las calles de Montilla puede haberle evocado los mitayos y pongos de la sociedad incaica. La presencia de estos niega la posibilidad de un socialismo. Emilio Choy, al referir al libro Los incas (1956, p.76), concluye, “Levillier ha logrado hasta cierto punto sus objetivos: según él, criticar al incanato es criticar al comunismo y defender al primero es defender al segundo”.
Esta idea del socialismo incaico había aparecido en el Perú con una tesis de 1884, lanzada como ensayo en El Perú Ilustrado en 1889, Breves consideraciones sobre el comunismo incásico por Hildebrando Fuentes. José Carlos Mariátegui lo toma para que constituya un pilar de la lucha económica en el país, definida con la brecha entre los tres sistemas, el comunista de los incas, el feudal de los españoles y el capitalista importado desde del extranjero (Ward 2022, p. 293). Choy no menciona este concepto de Mariátegui (de lo que he podido verificar), aunque sí publicó dos artículos sobre el autor de los Siete ensayos como Wilfredo Kapsoli ha mostrado (2015b). Pero es curioso que Choy fue el primero, o uno de los primeros, en sugerir que el socialismo no puede existir si se basa en labor forzada. Indica, “Como lo advirtió el propio Garcilaso al comparar el imperio incaico con el imperio romano y el Cusco con Roma, colocándolo así en el nivel de los estados esclavistas” (1985a, 43; asimismo 1985b, p. 57-58). Sin decirlo Choy se alejó de una de las proposiciones fundamentales del Amauta Mariátegui.
Época dinámica para el garcilasismo
Aunque Emilio Choy leyera probablemente a Levillier en la Revista Histórica, no se queda en los años veinte. Es también un pensador de su tiempo. Como ya vimos, censura también a Los incas que Levillier vomitó en 1956. En cambio, al considerar El Inca Garcilaso en Montilla (1955) de Raúl Porras Barrenechea, reconoce los nuevos aportes a la biografía del Inca (1985a, p. 17). Otras varias obras representan cómo el ambiente se había empapado de del cronista eminente. Entre ellas, Luis Loayza publicó su aclamado “Retrato de Garcilaso” en la revista Literatura en 1958 y Sebastián Salazar Bondy formuló tres artículos sobre un plan siniestro de tumbar la casa de Garcilaso en Cuzco durante los cincuenta. Varias ediciones de los Comentarios fueron editadas: en 1959 por Aurelio Miró Quesada Sosa y en 1962 por José Durand en el Perú. Otras aparecieron en un contexto internacional incluyendo la de Luis Alberto Sánchez en Santiago en 1941, la de Ángel Rosenblat en Buenos Aires en 1943-1944, la de Sebastián Salazar Bondy en la misma capital argentina en 1964. Aparecieron las Obras completas recopiladas por el Padre Carmelo Sáenz de Santa María en España entre 1960 y 1965. Choy hubiera estado al tanto de algunas ediciones nacionales e internacionales lanzadas durante aquella época. Por su parte, Durand y Porras iban publicando un abanico amplio de artículos sobre el cronista de Cuzco.
Conclusiones: rechazo de los extranjeros
A fin de cuentas, Choy se puso en contra de los extranjeros, Levillier, argentino; Jean Bodin, francés; Menéndez y Pelayo, español; y aunque no lo cubrimos en esta oportunidad, también rechazó las ideas del norteamericano William Prescott. En una oportunidad se refirió a Levillier como el “ultramontano historiador argentino” (1985a, p. 40). Ultramontano, como se sabe denota el otro lado de la montaña, lo cual connota el papado y todo lo que significa, el catolicismo, el conservadurismo y una influencia malévola que viene a través del Océano Atlántico. Este ultramontanismo se desvanece al confrontarse con los poderosos Andes.
El antropólogo Choy destacó una perspectiva poco comentada de la obra de Garcilaso: lo que podría describirse como lo revolucionario en ella: “La crítica implacable […] tiene su explicación, no cabe duda, en el hecho de que los Comentarios fueron y siguen siendo una bomba de tiempo en nuestra historia, como tan oportunamente la definió Luis E. Valcárcel” (1985a, p. 39).
La “bomba de tiempo” fue una idea que expresó Valcárcel en su Ruta cultural del Perú sobre el andino que viene a Lima pero que no se incorpora a la vida limeña que, por lo tanto, se queda como “una bomba de tiempo” (1979, p. 121). Garcilaso también puede ser una bomba de tiempo si los hispanistas no lo toman en cuenta o si lo toman en cuenta solo de forma sesgada.
Pero todavía queda un largo camino por recorrer. Choy, les da un aviso a los jóvenes investigadores: “Los eruditos que estudian a Garcilaso aceptan en forma silenciosa, y, quizá toleran con gozo confesional, los golpes de Levillier. Demuestran así no tener mayores discrepancias con el ultramontano historiador argentino” (1985a, p. 40). En esto viene un aviso de discernir entre las diversas perspectivas críticas en la elaboración de una noción de la nación coherente.
Thomas Ward es profesor emérito de Loyola University Maryland. Ha sido recipiente de varios premios en Loyola (2011, 2012, 2018). Es académico correspondiente del Instituto Ricardo Palma y de la Academia Peruana de la Lengua. La Universidad Ricardo Palma le concedió el título de Doctor Honoris Causa en 2018. Entre sus libros figuran La anarquía inmanentista de Manuel González Prada (1998, 2001), La teoría literaria (2004), La resistencia cultural (2004), y Buscando la nación peruana (2009, 2022). Tiene una trilogía accidental escrita en inglés sobre el choque de culturas durante el siglo XVI (tomos de 2017, 2018, 2021).
Bibliografía
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- Choy igualmente censura a William Prescott, pero no por su hispanismo neocolonial, obviamente, sino por su imperialismo capitalista (1985a, pp. 29-34). ↩︎


