Guillermo Alexís Fernández Ramos
Universidad Nacional Mayor de San Marcos
gfernandezramos064@gmail.com
Nadia Milushka López Soncco
Universidad Nacional Mayor de San Marcos
nadialopezsoncco@gmail.com
En los últimos años, los estudios sobre los intelectuales de América Latina han experimentado una significativa renovación. Ya no se asocia a un intelectual únicamente con aquella persona dedicada a la elaboración de textos escritos. Es decir, ya no se priorizan únicamente las ideas que produjeron (ese error, por ejemplo, llevaba a concentrarse solo en quienes generaron las ideas “más significativas”), sino que se analiza el contexto histórico-social en el que estas ideas surgieron, las idas y vueltas de los discursos, así como también las redes que los intelectuales tejieron, muchas veces a través de su correspondencia y colaboraciones en proyectos colectivos.
En el Perú, los estudios históricos sobre intelectuales, a pesar de los notorios avances, siguen presentando dos grandes características. La primera es que priorizan el análisis de los personajes integrantes de la “Generación del Centenario” (José Carlos Mariátegui, Víctor Raúl Haya de la Torre, César Vallejo, Jorge Basadre, entre otros). Cronológicamente, las investigaciones suelen situarse en la década de 1920, lo que en ocasiones limita el análisis a una visión tradicional y restrictiva del pensamiento intelectual de la época. La segunda, relacionada con el dominio de la Nueva Historia Política en la historiografía peruana, es que las investigaciones tienen como objetivo mostrar que en el Perú las “élites” o una facción de ellas, sí elaboraron un proyecto político con miras a insertarnos en la “modernidad”. En ese sentido, sus aportes rescatan la trayectoria de intelectuales liberales “olvidados” que “contribuyeron” al “aprendizaje” del capitalismo o a la formación de una “cultura política peruana” y, por el contrario, se deja de lado a los intelectuales contestatarios, cuyas ideas desafiaban el orden establecido y proponían alternativas para una visión más inclusiva y crítica del país.
Pensando en ampliar el espectro de los estudios sobre intelectuales en el país, el presente dossier de la revista Pacarina del Sur ha incidido en el estudio de intelectuales considerados como “menores”. Este enfoque busca cuestionar las visiones predominantes y darle visibilidad a figuras que, pese a su importancia, han permanecido al margen del análisis académico. Un ejemplo de esto es el caso de Joaquín Capelo, personaje central del artículo de Ana Laya Alcedo. En su investigación, Laya destaca el activo papel que desempeñó el filósofo y matemático sanmarquino en la elaboración de los proyectos políticos-administrativos que desembocaron en la creación del Departamento de San Martín y en la Corte Superior de Iquitos a inicios del siglo XX, mostrando cómo su trabajo contribuyó a la organización y consolidación del Estado peruano en esa región.
El texto de Juan Tito Melgar sigue una línea similar a la de Laya, al analizar cómo un grupo de intelectuales, desde el aparato estatal, buscó intervenir en la realidad peruana. En este caso, su investigación se centra en la comisión que, durante el régimen de Augusto B. Leguía, estuvo conformada por Enrique Rubín, Humberto Luna y Erasmo Roca, con el propósito de proporcionar insumos que facilitaran la implementación de una legislación tutelar indígena. La comisión recorrió las regiones de Puno y Cusco a mediados de la década de 1920, y el estudio de Tito describe minuciosamente la conformación del grupo, el diagnóstico que elaboraron, los desafíos enfrentados por sus integrantes y la recepción que tuvo su labor por parte de la sociedad puneña.
La revista, concebida como un proyecto intelectual colectivo, es analizada en el trabajo de Jubert Calderón Salazar sobre el semanario Justicia!. Esta publicación fue editada entre marzo y junio de 1926, durante las negociaciones del plebiscito de Tacna y Arica entre Perú y Chile. A través de una revisión detallada de sus números, Calderón sostiene que el semanario, a pesar de las dificultades enfrentadas por los peruanos, se convirtió en un espacio de resistencia frente a las tensiones y restricciones impuestas en el contexto de la disputa territorial. Desde sus páginas, se difundieron ideas patrióticas que buscaban reforzar la identidad nacional y se denunció la hostilidad del entorno en el que los residentes locales vivían. Además, el semanario visibilizó las experiencias de los residentes locales y su lucha por mantener su identidad cultural y sus vínculos históricos con el Perú.
Seguidamente, Frank Maluquis Ayala centra su atención en la figura de Manuel G. Abastos, quien fue integrante de la “Generación del Centenario”. Al igual que Raúl Porras Barrenechea y Jorge Basadre, Abastos fue un interesado en la historia del país y destacó por su participación en la Reforma Universitaria de 1919 y el Conversatorio Universitario de 1921. Después, Abastos se inclinó por el estudio del derecho, un área que marcó su trayectoria profesional y académica. Aunque no dejó de lado su interés por la historia, esta dualidad en sus intereses podría haber influido en la percepción de su figura dentro del ámbito historiográfico. La dedicación principal al derecho tal vez eclipsó sus aportes históricos, lo que podría explicar por qué la historiografía no le prestó el mismo interés ni reconocimiento que a figuras destacadas como Porras o Basadre.
Posteriormente, Carlos Paredes Holguín examina los estudios históricos sobre los intelectuales conservadores de la década de 1930. Para ello el autor dividió su texto en tres acápites. El primero es un análisis sobre cómo ha evolucionado la perspectiva para el análisis del pensamiento conservador. En el segundo se profundiza en los estudios sobre las redes intelectuales de los conservadores y el contacto que tuvieron con la ideología fascista. El último fue dedicado al estudio de cómo se fueron organizando las diferentes agrupaciones de las derechas. En la década de 1930, los estudios han sido dirigidos principalmente a José De la Riva Agüero y Osma y Víctor Andrés Belaunde.
Los últimos dos textos que integran el dossier están dedicados a intelectuales vinculados con el socialismo. Tomás Ward analiza a Emilio Choy Ma y su interpretación sobre el cronista Inca Garcilaso de la Vega como un pensador crítico y descolonial. El autor no solo reconstruye las ideas de Choy, sino que también las sitúa dentro de un debate y respuesta al hispanista argentino Roberto Levillier, quien tuvo y difundió un concepto negativo de Tawantinsuyo y del Inca Garcilaso. Ward resalta cómo la crítica de Choy no solo desafió las ideas eurocéntricas, sino que también buscó reivindicar la riqueza cultural de los pueblos andinos ante la mirada colonialista. Por último, el sociólogo Osmar Gonzales Alvarado reconstruye la trayectoria de Carlos Franco, un sociólogo con una importante trayectoria intelectual como asesor e ideólogo de los regímenes de Juan Velasco Alvarado y de Alan García. En la década de 1980, aspiró a un entendimiento entre el APRA y la izquierda, buscando puentes para una política de unidad. Para su argumentación, Gonzales analizó los escritos de Franco de forma cronológica y rastreó los espacios de ideas en los que participó y forjó. Ambos textos muestran los avatares del pensamiento socialista peruano en la segunda mitad del siglo XX, evidenciando sus contradicciones, transformaciones y el contexto político en el que se desarrollaron.
Como se ha observado a lo largo de los artículos del dossier, los intelectuales pueden provenir de diversos estratos sociales y tomar múltiples caminos a la hora de intervenir en la realidad peruana. Si bien el presente dossier no ha podido abarcar todas las temáticas que hubiera deseado tratar (siendo la más representativa la ausencia de la historia de las mujeres), aun así, estamos seguros de que las investigaciones presentadas contribuirán a despertar el interés por el estudio de los intelectuales, un campo que aún es necesario seguir desarrollando en el país, especialmente en lo que respecta a las voces marginalizadas o invisibilizadas históricamente. Estas contribuciones, aunque limitadas, abren nuevas puertas para futuras investigaciones y amplían nuestra comprensión de la complejidad de la historia intelectual peruana.


