Cristóbal Rojas Vargas
Pontificia Universidad Católica de Valparaíso
cristobal.rojas.v@pucv.cl
Resumen
El siguiente artículo analiza el pensamiento nacionalista de Tancredo Pinochet Le Brun entre 1909 y 1941. Se sostiene que el autor, a través de sus ensayos, incorpora definiciones de un pensamiento nacional antiimperialista, denunciando los avances del imperialismo en Chile y América Latina a comienzos del siglo XX. Posteriormente y en tono resolutivo, el autor propone medidas económicas, políticas y culturales de corte nacionalista continental, como el vehículo para enfrentar el subdesarrollo y los avances imperialistas en la región. Se examinan las obras La Conquista de Chile en el siglo XX (1909), El diálogo de las Dos Américas (1920) y Cómo construir la civilización chilena e hispanoamericana a plazo corto (1941), destacando sus continuidades y /o novedades tanto ideológicas como políticas en su pensamiento.
Palabras clave: Tancredo Pinochet Le Brun; nacionalismo; antiimperialismo; nacionalismo continental.
Introducción
El presente artículo examina la obra de Tancredo Pinochet Le Brun, intelectual perteneciente a la generación de los críticos del centenario chileno (Corvalán, 2012), cuyos ensayos ofrecen diagnósticos y propuestas frente a los problemas que, en su época, fueron identificados como la cuestión social. En sus textos, además, se manifiesta un marcado discurso antioligárquico, dirigido contra la desnacionalización de la economía chilena de comienzos del siglo XX.
Pese a la relevancia de su producción intelectual, las investigaciones dedicadas a Tancredo Pinochet son escasas y, en su mayoría, se concentran en su primer ensayo La conquista de Chile en el siglo XX (1909). Es lugar común, asimismo, que diversos estudios historiográficos lo inscriban dentro de los testimonios críticos del centenario (Corvalán, 2012; Gazmuri, 1980), y/o lo caractericen como un autor de discursos nacionalistas (Gazmuri, 1980; San Francisco, Cid, 2010, p. 14).
Sin embargo, existen trabajos que han abordado su pensamiento con mayor grado de problematización. En esta línea, el historiador Luis Corvalán Márquez busca distanciar a Pinochet Le Brun del pensamiento conservador antiliberal chileno de las primeras décadas del siglo XX (Corvalán, 2009, p. 207), a partir del análisis de sus obras La conquista de Chile del siglo XX y Oligarquía y Democracia (1917). Por su parte, el historiador Luis Vitale destaca la preocupación por el avance del imperialismo europeo y estadounidense en Chile y América Latina (Vitale, 1993, p. 216), tomando como referencia Diálogo de las Dos Américas(1920). Del mismo modo, otros estudios subrayan su dimensión etnográfica, particularmente su observación del mundo rural chileno de comienzos del siglo XX (Alvarado, 2021, pp. 65-89) ejemplificada en Inquilinos en la Hacienda de su Excelencia (1916)1. Incluso, se ha retomado la crítica que el periodista autodidacta dirige al Frente Popular y a la figura del expresidente Pedro Aguirre Cerda, a través de sus ensayos Si yo fuera presidente (1938) y Pedro Aguirre Cerda: Un hombre pequeño para un país grande (1938) ( Rojas, 2021).
Como se menciona anteriormente, algunos estudios han etiquetado a Tancredo Pinochet Le Brun como un autor nacionalista, situándolo en la misma línea de intelectuales como Nicolás Palacios, Alberto Edwards y Francisco Encina, quienes representan un tipo de nacionalismo autoritario2. Sin embargo, esta clasificación suscita una cuestión fundamental en torno a su obra: ¿es posible encuadrar el pensamiento político de este crítico del centenario chileno dentro de ese nacionalismo autoritario, o bien, sus ensayos expresan una posición política diferenciada? Asimismo, resulta pertinente interrogar si en su trayectoria intelectual se observan continuidades o transformaciones a lo largo del periodo analizado.
En este sentido, el objetivo de este artículo es examinar el pensamiento nacionalista que Tancredo Pinochet desarrolló en sus ensayos, especialmente en relación con su crítica al avance del imperialismo en Chile y América Latina, proceso que –según el autor– habría sido facilitado por la complicidad de la oligarquía nacional, conduciendo a lo que él denomina “la entrega de Chile”3 al capital extranjero durante la primera mitad del siglo XX. A partir de esta problemática, se propone examinar la obra ensayística de Pinochet Le Brun entre 1909 y 1941, seleccionando aquellos textos que revelan una posición ideológica vinculada a los tópicos “nacionalistas”, sin pretender abarcar la totalidad de su prolífica producción literaria y periodística.
El argumento central de este trabajo sostiene el nacionalismo de Tancredo Pinochet Le Brun adquiere un carácter antiimperialista, que posteriormente se reconfigura en una clave de alcance continental. Esta formulación política se distancia claramente del nacionalismo cultural o étnico de sesgo autoritario, surgido en Europa durante el siglo XIX, heredero del tradicionalismo filosófico y cuya recepción tuvo resonancias en algunos intelectuales chilenos de comienzos del siglo XX (Corvalán, 2009, pp. 145 – 169).
Tancredo Pinochet Le Brun y tres décadas del siglo XX. (1909- 1938)
Entre el inicio de la Primera Guerra Mundial y el estallido de la crisis económica de 1929, América Latina experimentó cambios económicos significativos. Se destaca la imposición del imperialismo norteamericanos sobre el europeo en la región. Esta situación debilitó gradualmente el poder de Inglaterra en la economía internacional, permitiendo el ascenso de otras potencias como Estados Unidos y Alemania, que entre 1890 y 1914 arrebataban la supremacía a la industria pesada inglesa (Ramírez, 1980, p. 167). En el mismo sentido, las exportaciones de América Latina dirigidas a EE.UU. se triplicaron entre 1914 y 1929, mientras que las inversiones norteamericanas en la región se cuatriplicaron, pasando de 1,641 millones de dólares en 1914 a 5,369 millones antes de la Gran Depresión (Carmagnani, 1984, pp. 180-185). Durante las primeras tres décadas del siglo XX, el trato de Estados Unidos con los países al sur de su frontera se caracterizó por la implementación del “triángulo imperial”4, que buscaba una preponderancia basada en la penetración económica, intervenciones armadas y abiertas presiones políticas (Ramírez, 1965, p. 33).
Tras la Gran Depresión, Chile, pasando por el gobierno de la República Socialista (1932), el segundo mandato de Arturo Alessandri (1932-1938) y los gobiernos del Frente Popular (1938-1947)5, experimentó una serie de transformaciones, al igual que América Latina, en su estructura social y económica. El país avanzó hacia importantes desarrollos en la producción industrial durante este período, cuyas reformas se debieron en gran parte a las acciones del Frente Popular. Sin embargo, Chile mantuvo una estrecha conexión con los intereses norteamericanos. La coyuntura de la Segunda Guerra Mundial y las políticas de unificación continental contra el avance del fascismo, permitieron a los grupos económicos norteamericanos reafirmar su influencia sobre la vida económica nacional, controlando, entre otras cosas, sus principales recursos mineros y el comercio exterior.
Por esta razón, líderes, intelectuales y organizaciones políticas chilenas alzaron la voz en favor de posibles medidas antiimperialistas destinadas a liberar al país del tutelaje extranjero. Sin embargo, los intereses estrechamente vinculados entre los distintos gobiernos del período, en mayor o menor medida, y ciertos sectores políticos chilenos –específicamente provenientes de la casta política tradicional agrupada en el Partido Conservador y Liberal– con las empresas y consorcios imperialistas británicos y estadounidenses, dificultaron esta tarea. Como resultado, el movimiento antiimperialista en Chile se presentó fragmentario, limitado y escueto, y sus acciones no lograron convertirse en una fuerza política efectiva que pudiera frenar el avance imperialista en el país, a diferencia de lo que ocurrió en otras naciones del continente.
De esta contradictoria situación se derivan las restringidas manifestaciones políticas de espíritu antiimperialista en la historia nacional de Chile. Los antecedentes de esta perspectiva se remontan a los trabajos de Francisco Bilbao y Benjamín Vicuña, las acciones políticas y económicas del gobierno de José Manuel Balmaceda, y el programa y lineamientos políticos del efímero partido Nacionalista o Unión Nacionalista (1914-1920), del cual Tancredo Pinochet Le Brun fue militante.
Francisco Bilbao fue uno de los pioneros en Chile y América Latina en expresar una sensibilidad antiimperialista. Su obra ensayística se enmarca dentro de una corriente de intelectuales denominada “identitaria emancipadora” (Corvalán, 2015), junto con el cubano José Martí y el peruano Manuel González Prada. Estos se opusieron a la llamada “corriente civilizatoria” y a sus principales epígonos, Faustino Sarmiento y Juan Bautista Alberdi, quienes, apoyándose en el binomio “Civilización y Barbarie”, fundamentaron las bases del proyecto de modernización de las oligarquías latinoamericanas, caracterizadas por su dependencia europea y estadounidense (Corvalán, 2015, p. 29). La posición de la corriente identitaria emancipatoria se explicita en el texto Iniciativas de las Américas, que Bilbao expuso en 1856 ante los exiliados latinoamericanos en París. En ese momento, el socialista chileno no veía en Estados Unidos un modelo a imitar, como lo planteara Sarmiento, sino más bien una evidente amenaza a los destinos libres de América Latina. Al respecto, Bilbao plantea:
Ya vemos caer fragmentos de América en las mandíbulas sajonas del boa magnetizador que desenvuelve sus anillos tortuosos. Ayer Texas, después el norte de México y el Pacífico saludan a un nuevo amo. Hoy las guerrillas avanzadas despiertan el Istmo, y vemos a Panamá, esa futura Constantinopla de las Américas, vacilar suspendida, mecer su destino en el abismo y preguntar: ¿seré del Sur, seré del Norte? He ahí un peligro. El que no lo vea, renuncie al porvenir. (Bilbao, 1856 en Corvalán, 2016, p. 303)
Más adelante, el autor señala que “los Estados Des-Unidos de las Américas del Sur empiezan a divisar el humo del campamento de los Estados Unidos. […] Todo eso nos impulsa a la unión, porque todo está amenazado en un porvenir y no remoto por la invasión ayer jesuítica, hoy descarada de los Estados Unidos (Bilbao, 1856 en Corvalán, 2016, pp. 304-305). En este sentido, el peligro que representa EE.UU. solo puede enfrentarse mediante la unidad latinoamericana. De alguna manera, en la obra literaria de Francisco Bilbao se pueden encontrar antecedentes de algunas de las conceptualizaciones que Tancredo Pinochet desarrolla en su obra ensayística. En particular, como analizaremos más adelante, respecto a los tópicos sobre dependencia económica y cultural, sus cuestionamientos al proyecto modernizador de la oligarquía, así como la importancia de la unidad latinoamericana.
Existen otros autores de origen oligárquico que han sido considerado en esta genealogía del antimperialismo en Chile, tales como:
Desde nuestro observatorio. Estudio de actualidad (1893), Indicaciones sobre la balanza comercial (1893) y Algunas rectificaciones necesarias (1894) escritos por Luis Aldunate de la Carrera; La situación económica y financiera de Chile(1894) y Problemas económicos de Chile (1913) por Francisco Valdés Vergara; Nuestra inferioridad económica. Sus causas, sus consecuencias (1912) de Francisco Antonio Encina; y Política nacional (1913) de Francisco Rivas Vicuña. (Ramírez, 1960, p. 250)
Aquellas obras en su conjunto revelarían formulaciones en las que se “expresa una conciencia sanamente nacionalista que involucra una decidida postura antiimperialista” (Ramírez, 1960, p. 251). En este grupo, pero representando a las emergentes clases medias, se puede incluir a Pinochet Le Brun, quien escribe La conquista de Chile en el siglo XX (1909) en un contexto de políticas norteamericanas que buscaban la desnacionalización de las economías de América Latina. . En su denuncia de la penetración extranjera, el atraso material, las condiciones de vida de los obreros y la ausencia de mercados internos nacionales, el profesor de inglés enfatiza la integración latinoamericana como una alternativa real frente a la expoliación económica. Incluso décadas después, Pinochet Le Brun, se muestra elocuente sobre la preponderancia del dominio norteamericano: “esta superioridad económica de la civilización del norte, que algunos pueden mirar con desprecio, nos ha convertido en pueblos sometidos a los Estados Unidos, tal como el peonaje de una hacienda está sometido al patrón” (Pinochet, 1941, p. 17).
Sin embargo, esa sensibilidad antiimperialista no se limita a la producción de los ensayos mencionados. También se refleja en la divulgación en el diario El Mercurio, como constata el historiador Luis Vítale, mediante una serie de artículos que reproducen extractos de la obra del cubano José Martí y algunos escritores latinoamericanos en respuesta a las invasiones estadounidenses. Además, se pueden observar fugaces acciones y directrices de algunos políticos de izquierda y de la clase política en general. En este conjunto de expresiones, algunos tópicos más recurrentes eran “la reflexión teórica en torno a la cuestión nacional, el cuestionamiento a una soberanía sólo formal, el planteamiento de una independencia económica, y la búsqueda de una mayor integración a escala continental, recuperando el ideal bolivariano” (Vitale, 1993, p. 104).
Durante el gobierno de Ramón Barros Luco (1910- 1915), Tancredo Pinochet publicó dos novelas históricas con una aguda crítica social. En La Obra (1911), describió la vida diaria de un obrero de la construcción en la Avenida Brasil, en la ciudad Santiago. La otra novela, Nieves Eternas, abordó la situación de los campesinos en la provincia de Choapa, siendo el primer escrito del autor en el que se expone las adversidades del sector rural en el país. Durante su visita a esta región, Pinochet comparte detalles de sus experiencias en el sector rural, presentando algunas similitudes y contrastes entre la vida urbana y campesina:
En el conventillo de la ciudad falta aire, falta ventilación que remueva las miasmas pesadas de los techos de adobe; en el conventillo del campo sobra aire, las rachas de viento se cuelan por entre las ramas y hacen tiritar las carnes cansadas, que duermen confundidas, como un nudo humano, en payasas de paja. En el conventillo de la ciudad, las camas están sobre catres, en el conventillo del campo sobre cajones o sobre el suelo desnudo; en el conventillo de la ciudad, las chinches; en el conventillo del campo, las chinches y las vinchucas. Sus piezas consisten generalmente de un cuarto que a menudo tiene como puerta un simple hueco en la quincha. (Pinochet, 1911, p. 15)
En estos años, su enemigo constante fue el terrateniente, tanto de Santiago como de las provincias. Esto se evidencia en uno de los trabajos pioneros en el género undercover journalism en Chile, Inquilinos en la hacienda de su Excelencia (1916), donde Pinochet Le Brun adoptó esta táctica de investigación clandestina (El Mercurio, 23 de marzo de 2014, p. 4). El ensayista se disfrazó de un peón en la hacienda del recién electo presidente de la república, José Luís Sanfuentes, como se relata en el ensayo:
Y bien, Excelencia, ya sé cuál es ese hombre. La hacienda escogida es Camarico, vuestra hacienda, atravesada por la línea férrea central, con la estación de ferrocarril allí mismo, casi al lado de Talca. El hombre escogido, el propietario de esa hacienda, sois Vos, Excelentísimo Señor, el presidente de la República, el ciudadano eminente que maneja los destinos de la nación. (Pinochet, 1916, p. 85)
A través de sus habilidades periodísticas, este autodidacta investigó la vida cotidiana del inquilino chileno, criticando negativamente su situación. Según su propia investigación, los inquilinos eran tratados como un individuo productivo, no como ciudadanos plenos: “Yo habría juzgado con pesimismo, habría mirado con ojos empañados, que me hicieron llegar a la conclusión desalentadora de que el inquilino chileno es una bestia de carga, un animal, no un ciudadano consciente de una República Democrática.” (Pinochet, 1916, p. 83). Esta suerte de cruce entre reportaje de denuncia y carta abierta a un personaje público fue difundida por primera vez en el diario La Opinión, donde Pinochet desempeñó el cargo de director entre 1915 y 1917, antes de viajar a Estados Unidos para continuar su carrera en el mundo editorial. En su autobiografía, Pinochet explica que tuvo que abandonar Chile debido a sus “nervios despedazados” por el trabajo y la exposición en este periódico, lo que le hacía vivir en constante zozobra. Así lo deja claro cuando expresa que vivía:
con un revólver en mi bolsillo, y con dos perros al lado de mi cama. Cuando Eugenio Castro, el Jefe de la Policía Secreta – hoy Investigaciones– me ofreció enviarme a cuidar con agentes de su Departamento, yo creí que eso sería como mandar a zorros que cuidaran de las aves en un gallinero, y rehusé esa protección. Hubo varios atentados contra mi vida. (Pinochet, 1945, p. 54)
Por su estilo sarcástico y contestatario, Tancredo Pinochet tuvo numerosos enemigos poderosos, algunos de los cuales lo llevaron a la justicia por sus columnas en La Opinión. Un ejemplo de ello fue el terrateniente Eugenio Goycolea, quien acusó a Pinochet Le Brun del delito de calumnia por sus declaraciones que lo acusaban de robo (La Nación, 16 de enero de 1917, p. 9).
A pesar de estas controversias, en 1915 los jóvenes idealistas, los precursores de los años veinte, leían y admiraban a Tancredo Pinochet. Al menos así lo expresa el célebre escritor chileno Joaquín Edwards Bello, quien escribió con admiración sobre él pocos días después de su fallecimiento (Edwards, 31 de mayo de 1957). De algún modo, su difusión ideológica estaba dirigida especialmente a la burguesía nacional, o a aquellos que querían implementar un desarrollo industrial en el país y mejorar las condiciones de vida de los sectores obreros y campesinos. Según Edwards, Carlos Ibáñez del Campo, en su calidad de presidente, comentó en una conversación con trabajadores del Estado en el Auditórium del Ministerio de Obras Públicas que, en sus años de alférez en la Escuela Militar, leía a Pinochet Le Brun. Afirmó que de “estas lecturas surgió su afán de avanzada en la tarea de dar dignidad e independencia al trabajador nacional” (Edwards, 31 de mayo de 1957). Sin embargo, esto no significó que Tancredo Pinochet dejara de lado su tono polémico cuando la burguesía nacional pudo acceder a mayores financiamiento y concesiones por parte del Estado a través de la constitución del Frente Popular en Chile6.
La victoria electoral del Frente Popular, encabezada por el radical Pedro Aguirre Cerda, marcó el inicio de uno de los periodos más destacados en las estructuras partidarias de la izquierda chilena durante la primera mitad del siglo XX (Casals, 2010, p. 22). No obstante, hubo críticos contemporáneos a la candidatura de Aguirre Cerda. Un ejemplo notable es Pinochet Le Brun, quien presentó varios cuestionamientos en su obra Pedro Aguirre Cerda. Un hombre pequeño para un país grande (1938). Una de las principales objeciones del autor se centra en el programa político de Aguirre Cerda, el cual considera que “burlaba las aspiraciones de las izquierdas y las aspiraciones de todos los delegados a la convención” (Pinochet, 1938, p. 4). Tras analizar los puntos del programa en materia social, económica, educacional y política, Pinochet Le Brun concluye que este solo abordaba las necesidades mínimas de las personas y mantenía una conexión ambigua con la oligarquía. Describe el programa como “algo muy político, muy candidato presidencial: un programa que es como un pasajero requiebro de seducción amorosa para las clases populares” (Pinochet, 1938, p. 15).
Pinochet Le Brun argumenta en su escrito que no puede haber un programa político verdaderamente reformador dentro del Frente Popular, dado que en su interior coexisten fuerzas reformistas con entidades conservadoras. Esto, según él, “solo demuestra la desunión de los partidos de izquierdas” (Pinochet, 1938, p. 38). En su crítica, el también autor de la Conquista de Chile en el siglo XX, destaca la decisión de los partidos que conforman en el Frente Popular de no apoyar a un candidato decididamente de izquierda, eligiendo en su lugar a uno que representaba la facción oligárquica del Partido Radical. Esto se evidencia en el hecho de que “ni la Democracia Unificada, ni el Partido Comunista votaron una sola vez por el candidato del Partido Socialista (Groove)” (Pinochet, 1938, p. 38).
Las palabras del crítico del Centenario reflejan la contradicción inherente en la candidatura del Frente Popular, que se debía a su origen partidista, lo que le resta apoyo de los sectores populares:
[…] si Aguirre Cerda supiera, en forma que no admitiera dudas, que podría gobernar con el apoyo de toda la masa proletaria, sus lenguajes y gestos serían otros, y su gobierno sería inmensamente renovador. No obstante, nacido y crecido él, como político, en la incubadora de un partido que no está formado por el pueblo mismo, cree que a Chile lo puede gobernar la oligarquía, y de ahí su campaña gris y tibia. (Pinochet, 1938, p. 43)
Pinochet Le Brun intentó concretar sus acusaciones sobre el presidente de la primera administración de los gobiernos radicales, en particular respecto a sus vínculos con la derecha y la oligarquía del periodo. Un ejemplo concreto de estas denuncias es el complot relacionado con Gustavo Ross en el llamado “robo de las divisas”. En opinión de “Tancrédulo”, llamado así por sus adversarios políticos, “ambos han sido ensuciados con el escándalo de las divisas, que defraudó al fisco chileno en la suma de sesenta y ocho millones y medio de pesos” (Pinochet, 1938, p. 54). Esta denuncia, según el periodista autodidacta, revela que el candidato del Frente Popular tiene intereses políticos intraoligárquicos. Pinochet Le Brun argumenta que, aunque Ross y Cerda aparentan ser adversarios públicos, en realidad son aliados tras bambalinas, prometiendo “la felicidad a la patria” en sus discursos (Pinochet, 1938, p. 55). Para el autor, este hecho muestra que no sólo reparte favores entre sus partidarios, sino también entre sus contendientes políticos (Pinochet, 1938, p. 56).
De alguna manera, el anterior ensayo deja entrever que Tancredo Pinochet mantuvo algún tipo de vínculo estratégico o cercanía política con el Partido Socialista, especialmente con su precandidato, Marmaduque Grove. Por otro lado, Pinochet se distanció del Partido Radical y de su ala más conservadora.
El nacionalismo antimperialista en la obra de Tancredo Pinochet Le Brun
La vida intelectual de Tancredo Pinochet Le Brun nace en un contexto histórico, como hemos visto, en el que proliferan los discursos antioligárquicos. Entre estos alegatos y textos críticos, el nacionalismo ideológico de carácter autoritario tuvo una presencia relevante en la opinión pública, constituyéndose en una seductora vertiente teórico- discursiva para intelectuales conservadores críticos del proyecto oligárquico (Corvalán, 2009, p. 123). Esto puede explicar que autores como Tancredo Pinochet y Guillermo Subercaseaux fueran incluidos dentro de la crítica nacionalista de matriz conservadora, durante los inicios del siglo XX en Chile.
El historiador Cristian Gazmuri, cuando se refiere a los matices que confluían en el pensamiento del intelectual indica que: “el pensamiento de Pinochet es bastante simple: nacionalismo exacerbado, militarismo y oposición a la penetración extranjera en Chile” (Gazmuri, 1980, pp. 33- 34). Sin embargo, unas líneas más tarde, el mismo autor inscribe a Pinochet Le Brun en el marco de lo emocional, “más vinculado al patriotismo que a una ideología plenamente nacionalista.” (Gazmuri, 1980, p. 35). Estos elementos propios de la esfera emocional y de los sentimientos patrios que surgen en contextos históricos determinados, no permiten explicar si el autor fue realmente un nacionalista en el sentido ideológico del término: defensor del autoritaritarismo que adquiriera forma en los debates intelectuales de la época.
Por su parte, Corvalán Márquez sostiene que Pinochet Le Brun no puede ser considerado propiamente un nacionalista7, debido a que no se adscribe a la lógica genérica del conservadurismo antiliberal (Corvalán, 2009, p. 19). Por el contrario, el pensamiento de “Tancrédulo” no se aleja del liberalismo y su signo político: la democracia. Por tanto, si el autor no sostiene una postura nacionalista de vertiente autoritaria y con matrices conceptuales excluyentes y deslegitimadoras, ¿Es un nacionalismo sui generis? Para esclarecer este punto no hay respuestas desde la historiografía nacional8, por lo cual resulta pertinente tomar en cuenta las ideas de Álvaro Fernández Bravo. Según este autor, la visión nacionalista en la periferia se formula distinto a lo que ocurre en Europa, presentándose en el contexto latinoamericano de “forma camaleónica”, lo que significa que puede ser apropiado por facciones antagónicas en su provecho9. Karen Sanders denomina a esta ambivalencia en el discurso nacionalista como “la retórica del nacionalismo”. Este tipo de discurso puede ser adaptado a una multitud de contextos ideológicos, funcionando como una especie de “molde” que aporta un lenguaje común, pero que la mezcla puede tener todo tipo de “ingredientes”. De esta manera, aquella retórica puede hablar de temas como la autodeterminación, la independencia de los pueblos, la identidad y la pureza de las razas, pero ser adaptado a diferentes ideologías y perspectivas políticas (Sanders, 1997, p. 64). Teniendo en cuenta estas ideas, se comprende la coexistencia de posturas nacionalistas de corte conservador como las de Alberto Edwards, Nicolás Palacios o Francisco Encina, junto a perspectivas nacionalistas de tono antiimperialista como Tancredo Pinochet.
De algún modo, la obra ensayística de Pinochet Le Brun se caracteriza por presentar definiciones, enunciados y conceptos que reflejan su posición nacionalista antimperialista. Esta postura se puede apreciar en algunos de sus ensayos, tales como La Conquista de Chile en el siglo XX (1909), El diálogo de las Dos Américas (1920) y Cómo construir la civilización chilena e hispanoamericana a plazo corto (1941), los cuales abarcan diferentes marcos temporales. Sin embargo, comparten una visión negativa sobre el imperialismo, especialmente el estadounidense, y su preeminencia en Chile y Latinoamérica durante el siglo XX. Además de su crítica al imperialismo, las obras de Tancredo Pinochet presentan propuestas relacionadas con una posible respuesta americanista a las pretensiones del imperio, es decir, que los países de América fortalezcan sus lazos para enfrentar como bloque el avance imperialista norteamericano.
En el ensayo La Conquista de Chile en el siglo XX el autor adopta un nacionalismo- antiimperialista como respuesta al fracaso del modelo librecambista y a la acelerada desnacionalización de la economía nacional en manos de los principales centros capitalistas del mundo occidental. Su argumento principal es que, a principios del siglo XX, Chile se encontraba subordinado a los imperialismos extranjeros, tanto en lo económico, lo social como en lo cultural. En un ápice del citado ensayo, el autor consigna el modo de vida de un joven santiaguino, cuyo ejemplo refleja la dependencia cultural,
Vale la pena seguir la vida de un joven de nuestra sociedad. Nace y su cuna de bronce se la vende Busquets, Seckel, Lumsden; las ropas que lo abrigan la envían la casa Prats, la casa francesa o la casa escocesa; el coche lleno de juguetes en que lo pasea la English nurse, lo manda Krauss. I los padres franceses o ingleses se encargan de su educación. Sus libros escolares se los vende Tesche, Ivens o Conrads. Su ropa se la hacen Pujol, Pinaud, Cerri… Sus cigarros, se los venden Pabst, Silberntein, Wageman o Khany. Sus licores Weirt Scott, Stirling o Hayes. Su dinero lo deposita en Deutsche Bank, en el Banco Italiano o en el Banco Español […]. (Pinochet, 2011, p. 102)
Pinochet Le Brun logra comprobar la virtual penetración del capital extranjero en todos los ámbitos de la vida nacional. En vista de las guerras entre las naciones imperialistas, el autor sostiene que, siguiendo las ideas del darwinismo social, Chile ha fracasado como nación y que la única solución para liberarse de la dependencia extranjera es la instauración de un capitalismo nacional.
Durante la lectura del segundo capítulo de la Conquista de Chile del siglo XX, se puede apreciar una sentencia lapidaria y que, junto a otras ideas, constituye la tesis principal de este apartado. Esto sentencia contradice lo que hasta la fecha había significado las políticas instauradas por el Estado oligárquico, en relación con el proyecto integral de modernización fiscal desde 1891: “nuestro gobierno, nuestras instituciones educativas y casi en general nuestra clase alta parecen manifestar hondo empeño en el decaimiento y ruina de los intereses nacionales y de los ideales nacionales para ser plantados por intereses e ideales extranjeros” (Pinochet, 2011, p. 66).
Tancredo Pinochet afirmaba que el avance “desenfrenado del extranjerismo” era una amenaza presente en todos los escenarios de la vida cotidiana. Su análisis sobre la influencia del imperialismo en las distintas esferas de la sociedad le permitió señalar esto con certeza: “una mirada de conjunto que nos demuestre que, sistemáticamente, en todos los órdenes de la actividad, vamos cada día perdiendo más de la estima que antes teníamos por la Patria, vamos cada día perdiendo el respeto i el cariño por todo lo nacional, así sean hombres, costumbres, tradiciones, idioma, suelo o bandera” (Pinochet, 2011, p. 66).
Como resultado, la expoliación de la economía nacional en favor del capitalismo extranjero, la pérdida de la “identidad y sentimiento nacional” eran indicios de la gradual desnacionalización de Chile en el siglo XX. En relación a lo anterior, Tancredo Pinochet sostiene que existía una coincidencia de intereses entre la clase dirigente y el imperialismo: “otras naciones, como hemos visto, se esfuerzan por conservar en manos de nacionales las riquezas que encierran las entrañas del suelo nacional; aquí nos esmeramos por entregar el salitre de nuestras pampas, el cobre y fierro de nuestras cordilleras i el oro de nuestros lavaderos” (Pinochet, 2011, p. 119).
El autor tituló el último capítulo de su obra como La Defensa. En opinión del autor, Chile tenía posibilidades de defenderse del capital extranjero y era necesario mantener la esperanza en ello. Chile contaba con vastas extensiones de recursos minerales aún sin explotar, como el carbón y el hierro, cuya explotación por empresarios nacionales representaría rápidamente un factor de progreso industrial y enriquecimiento del país. Esta era la conquista que el autor proponía para Chile en el siglo XX: fomentar y lograr, a través de un capitalismo nacional, que la organización y producción de la riqueza nacional quedara en manos de chilenos: “i velar porque esas riquezas sean patrimonio de los chilenos para que signifiquen verdadero factor de progreso moral e intelectual” (Pinochet, 2011, p. 242). Desde luego, para el autor también es indispensable impulsar programas de protección al capital y del trabajo, así como incentivar políticas que permitan la nacionalización de la gran industria y del comercio a gran escala, “que sea ese nuestro programa para el siglo XX, convertirnos en una poderosa nación industrial en la factoría de Hispanoamérica” (Pinochet, 2011, p. 242).
La idea antimperialista nacional es el leitmotiv del texto titulado The Gulf of Misunderotanding: North ans South America as Seen by Each Other (traducido como “El diálogo de las Dos Américas”), de Pinochet Le Brun. En este texto, se analiza el choque entre la América hispana y la América anglosajona, y se critica tanto a los Estados Unidos como a su propia cultura. El autor también cuestiona las políticas norteamericanas que buscan crear un bloque continental frente a los sucesos mundiales, así como las acciones de sujeción económica impulsadas por el imperialismo estadounidense en el ámbito comercial y financiero de las naciones latinoamericanas. El historiador Luis Vítale destaca en su análisis de esta obra, la denuncia que se hace hacia los capitales extranjeros en Chile, y subraya la temática del Imperialismo, especialmente el estadounidense (Vitale, 1993, p. 216).
Esto es un rasgo notable en el desarrollo del pensamiento intelectual de Tancredo Pinochet, focalizando su crítica nacional- antiimperialista hacia una potencia en particular: Estados Unidos. En el artículo “Imperialismo” de la revista norteamericana, se presentan todos los lineamientos que demuestran su postura fervientemente antiimperialista. Algunos extractos revelan el actuar imperialista de Estados Unidos y su política del “Gran garrote” en Centro América y el Caribe,
[…] Los Estados Unidos se jactan de ser una democracia, y han hecho guerra contra México para arrebatarles sus provincias del norte, han hecho guerra contra España para arrebatarles Puerto Rico y Filipinas; han hecho guerra con Colombia para arrebatarles Panamá. En menos de un siglo han anexado, por derecho de Conquista, un millón de millas cuadradas de lo que antes era territorio latinoamericano. Entre estas conquistas son la toma de Texas y de seis otros Estados que eran posesiones mexicanas antes de la invasión estadounidense, que fue empujado hasta la antigua capital azteca […]. Los Estados Unidos son, incuestionablemente, el país más imperialista del mundo. (Pinochet, 1920, p. 57. Traducción propia)10
El autor más adelante es categórico en su posición antiimperialista “Roosevelt ha hecho defensa de esta política intervencionista de parte de su país con respecto a las pequeñas republicas Hispanoamericanas con la argumentación de que del hombre que tiene un garrote grueso en sus manos […]” (Pinochet, 1920, p. 58. Traducción propia)11, Siguiendo unas líneas después, “Los Estados Unidos han sido imperialistas en el pasado, son imperialistas hoy y serán más imperialistas mañana […]” (Pinochet, 1920, p. 59. Traducción propia)12.
En el mismo ensayo el autor comprendía que la política del gran garrote se aplicaba para extender el dominio económico sobre toda América;
[…] Particularmente grave es para nosotros el hecho de que este migrando el capital norteamericano en escala tan subida a nuestro país. En pertenencias mineras ya han invertido en nuestro suelo más de quinientos millones de dólares y están solo en el principio del acaparamiento de nuestras riquezas naturales […] si más tarde hay alguna huelga de obreros, ¿nos pedirán los hombres del garrote grueso reparaciones o indemnizaciones, y no se aventurarán a intervenir en nuestra vida política interna?
Seremos cada vez un imán más poderoso para el capital y la actividad norteamericana. Aunque estamos lejos nuestro peligro para el futuro es enorme […]. La venta a los yanquis de nuestros yacimientos de cobre agrava los peligros de nuestra patria para el futuro […]. Hay un verdadero peligro yanqui para la América Española. (Pinochet, 1920, p. 58. Traducción propia)13
Estados Unidos es percibido por el autor como un peligro latente para la independencia política y económica de las repúblicas latinoamericanas.
Estados Unidos y su estrategia política del panamericanismo es tratado por un capítulo incluido en el “Diálogo de las Dos Américas”, cuyo discurso antiimperialista es persistente. El autor denuncia que ideológica y culturalmente no existe conexión entre Estados Unidos y América Latina, con diferencias evidentes en “los ideales, la educación, el carácter y las costumbres, hasta el extremo de ser antagónicos, uno no puede evitar sorprenderse de que los pueblos de América Latina deberían sentirse complacidos con esta nueva doctrina tan en boga hoy en día en el nuevo continente; Quiero decir, el panamericanismo.” (Pinochet, 1920, p. 230. Traducción propia)14.
Después de expresar su oposición a la unión entre Estados Unidos y América Latina a través de la adopción de ideales panamericanistas, el autor insiste en que no habrá posibles encuentros entre estos dos subcontinentes: “¿Qué es el panamericanismo? La unión de dos Américas, el latino y anglosajón. ¿Para qué es esta unión? No tenemos nada en común: ni los intereses ni los ideales. ¿Es porque estamos cerca unos de otros? Argentina, Uruguay, Paraguay y Brasil están más cerca de Europa que a Estados Unidos.” (Pinochet, 1920, p. 230. Traducción propia)15. Los países de América Latina tendrían más cosas en común con Europa que con Estados Unidos, dado que a juicio del autor: “Europa nos da sus ideales, su literatura; Europa es la fuente de toda la cultura, y debemos formar la fuente original, no donde el río desemboca en el mar con toda la basura que ha traído consigo en su camino” (Pinochet, 1920, p. 231. Traducción propia)16.
Del diagnóstico a la solución. Tancredo Pinochet Le Brun y el nacionalismo continental.
Para el caso que nos ocupa, son dos las corrientes reivindicativas relevantes en el escenario latinoamericano: el antiimperialismo y el americanismo. Como veremos, el pensamiento político de Pinochet Le Brun encuentra soluciones a la realidad chilena y latinoamericana en la unión de los países de esta parte del continente en contra del avance imperialista.
Concebimos el pensamiento americanista como un tipo de nacionalismo con dimensiones y referentes continentales, “cuyos límites no son los marcados por los Estados que en ellas existen, sino por la Historia compartida y las semejanzas sociales y culturales de sus pueblos” (Tejeda, 2000, p. 176). De esta manera, el americanismo lo entendemos, si se quiere, como un sentimiento de pertenencia nacional-continental17.
En los escritos de Tancredo Pinochet se puede rastrear el desplazamiento o superación de las limitaciones inherentes a las posturas nacionalistas particulares, a favor de rescatar aquellos referentes de pertenencia continental que conscientemente buscan la unidad de los países latinoamericanos. Estos ideales son adaptados y reposicionados por este ensayista en su obra “Como construir la civilización chilena a plazo corto” del año 1941. Siguiendo su lineamiento nacional- antiimperialista el autor en este ensayo representa el desapego por un pensamiento localista en favor de una postura continental antiimperialista contraria al avance económico de las grandes potencias globales.
Este texto es resolutivo, en el sentido que pretende levantar soluciones para transformar la civilización hispanoamericana de cara a su independencia del tutelaje político y económico extranjero, dándole una “forma y vigor a nuestro restringido anhelo de independencia y prosperidad económica” (Pinochet, 1940, p. 103). Para Tancredo Pinochet era necesario ampliar las limitadas fronteras del sentimiento nacionalista hacia un nacionalismo continental latinoamericano: “pensar y sentir pues, no ya nacionalmente sino continentalmente… del orgullo de sentirnos chilenos, sin matar ese orgullo, ni aminorarlo, debemos pasar al orgullo de sentirnos hispanoamericanos” (Pinochet, 1940, p. 103). Posteriormente, para el autor era menester comprender que los países latinoamericanos, unidos, crecerían económica y espiritualmente al sentirse ciudadanos de toda la “América nuestra”, “desde las fronteras de los Estados Unidos, hasta las nieves de la Patagonia” (Pinochet, 1940, p. 104), la convicción inapelable e irrefutable que Hispanoamérica era capaz de luchar sin una tutela infecunda, “tenemos que comprender –dice– que para vivir no necesitamos ser provincias de ningún imperio extraño, que tenemos todo lo que se necesita para hacer una civilización propia” (Pinochet, 1940, p. 104).
El autor recuerda con propiedad que fue el primero que tocó en Chile la “campana de alarma” contra el peligro imperialista extranjero. “Publiqué hace más de un cuarto de siglo mi libro La Conquista de Chile en el Siglo XX, en el que mostré que, así como los españoles nos conquistaron en el siglo XVI, los europeos y los norteamericanos nos estaban conquistando al principiar el siglo XX” (Pinochet, 1940, p. 99). En la búsqueda del camino hacia una segunda independencia de América Latina, para Pinochet Le Brun era fundamental terminar con la dependencia económica del mercado externo. Había llegado la hora de reivindicar el progreso económico de los países latinoamericanos. Tancredo Pinochet era consciente que un futuro promisorio de la civilización latinoamericana no podía concretarse de manera fragmentada y localista: “¿Podrá alguno de nuestros países hispanoamericanos desarrollar una gran industria pesada, cada uno con su restringido mercado propio? ¿No tendrá que permanecer para siempre dependiente de la gran industria extranjera, si permanece dividida, con barreras aduaneras entre sí? ” (Pinochet, 1940, p. 103).
El nacionalismo continental de Pinochet Le Brun es reflejado en su defensa a la unión continental de los países latinoamericanos, acción integracionista que alcanzaría su máxima expresión en la alianza de las economías de América Latina; solución que frenaría la expoliación del capitalismo extranjero. En palabras del autor: “cuando hablo de la unión de América latina, no pretendo que se forme una gran nación de todos nuestros países. Pretendo que se forme una confederación económica de naciones, primordialmente una unión aduanera” (Pinochet, 1940, p. 109). Se desprende de sus palabras la certeza de que esa unión continental solo se materializaría con la abolición de las barreras proteccionistas nacionales y la instalación de un reformismo económico continental acorde con tales supuestos integracionistas.
Reflexiones finales
Tancredo Pinochet Le Brun no localiza en la instauración de un régimen autoritario las soluciones a las problemáticas sociales existentes en Chile a comienzos del siglo XX. La independencia económica, política y cultural de la sociedad chilena, siguiendo los postulados de Pinochet Le Brun, puede darse sólo mediante la educación, la democracia meritocrática – como así lo explicita en su obra Oligarquía y Democracia (1914)– y en la formación de un capitalismo nacional de industrialización. En este sentido, el autor encuentra decididamente las soluciones a sus denuncias en el protagonismo y accionar del Estado, y de esta manera resolver las contrariedades sociales y la penetración del imperialismo extranjero.
Sobre el pensamiento antiimperialista del autor, podemos concluir que se constituye como un objeto teórico-político en oposición al avance del imperialismo global, tanto en la realidad económica de Chile como de América Latina durante el siglo pasado. El ensayo La Conquista de Chile en el siglo XX (1909) denuncia la penetración cultural y económica de los imperialismos en la sociedad chilena, lo que nos hace ultimar que el autor en este espacio temporal, se enfrenta al imperialismo en genérico, y no sobre una potencia hegemónica en particular. En ese sentido, las preocupaciones intelectuales del autor no solo se inquietaron respecto de las problemáticas a escala nacional, sino que sus reflexiones se ampliaron a fenómenos político-sociales de significación continental.
Hacia 1920, el nacionalismo antiimperialista en torno al binomio Imperio-Chile se traslada a la dinámica sustraída del Imperio estadounidense-América Latina, dando luces de una crítica decididamente en contra de los afanes económicos de Estados Unidos. Estas posturas son una transición en el pensamiento del autor, que se desarrollan con mayor holgura en la obra “Diálogo de las Dos Américas”. La postura de Pinochet Le Brun en 1909, si bien se situaba en los avances de los imperialismos globales, hacia 1920 la crítica se dirige al avance del imperialismo norteamericano estadounidense.
En el ensayo Como Construir la Civilización Chilena a plazo corto (1941), el discurso nacional antiimperialista del autor adquiere nuevos matices, pues las problemáticas contra el imperialismo no se definen en el ámbito nacional, sino que requieren soluciones a escala continental. Las ideas del autor transitan desde un antiimperialismo local hacia un nacionalismo continental. Como base de esa argumentación, el autor devela una retórica unionista y continentalista proveniente del americanismo, y como solución al atraso económico de los países y su dependencia de los intereses imperialistas de EE.UU., defiende una integración económica de las naciones latinoamericanas.
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Notas:
- Además, Tancredo Pinochet escribe testimonios sobre la realidad del obrero en la sociedad chilena, mediante el relato de ficción “La Obra”. En cuanto a la actividad etnográfica, también cuestiona las condiciones de vida que los campesinos experimentaban en el fundo del ex presidente radical del Frente Popular, Pedro Aguirre Cerda. ↩︎
- Entenderemos por nacionalismo autoritario como aquella ideología reaccionaria que en la Europa decimonónica proporcionó las bases teóricas a una especie de revolución conservadora. Y que, ante la irrupción de los sujetos mesocráticos y populares, permite la instauración de regímenes autoritarios excluyentes como único medio capaz de restaurar la nacionalidad en decadencia, y que cuyas causas se asociaron al liberalismo y la democracia. Fundamentos teóricos que fueron recepcionados por intelectuales conservadores antiliberales de Chile (Corvalán, 2009, p. 19). ↩︎
- “La entrega de Chile” se llama el capítulo I del libro La conquista de Chile en el siglo XX, de Pinochet Le Brum (Pinochet, 2011). ↩︎
- En su libro América Impaciente, Carlos Naudon denomina como triangulo imperialista la acción concertada de los Estados Unidos en función de las políticas de la doctrina Monroe, el Gran Garrote (Big Sick) y la diplomacia del dólar, Editorial Del Pacifico (Santiago, 1963, p. 19). ↩︎
- Existe un cierto acuerdo sobre los años que confiere datar la duración del Frente Popular (1939-1947) (Moulian, 2006, p. 20; Benavides, 1982, p. 2). ↩︎
- Durante el VII Congreso Mundial de la Internacional Comunista (Moscú 1935), tras el auge de los fascismos y el fracaso de la línea político-estratégica defendida y establecida como la oficial en el Congreso anterior, se dio paso a la política de frentes populares donde los comunistas buscarían alianzas con otros grupos antifascistas. La izquierda chilena, y en particular el PC, no fue ajena a estas nuevas estrategias de alianzas emanadas de la Komintern, y emulando los frentes antifascistas de la Europa de entreguerras propició un amplio arco político, –socialistas, radicales y comunistas– que en 1938 podrán acceder al poder con la instauración del Frente Popular. Para un análisis más detallado del proceso constitutivo del Frente Popular (Milos, 2008). ↩︎
- Para Corvalán, esto se evidencia en la falta de recepción por parte del intelectual de dos características propias de un pensamiento decididamente nacionalista autoritario: “La tesis que postula la identidad nacional residiría en un alma contra la cual atentarían ciertas ideas extranjeras que se infiltrarían en su seno, básicamente el liberalismo. Y, por otro, la correlativa reivindicación de un régimen político autoritario que debería excluir a los sujetos, concepciones y prácticas disolventes de la nacionalidad.” (2009, p. 207). ↩︎
- Si bien no hay estudios del nacionalismo en su acepción antiimperialista, existen distintas perspectivas historiográficas que tratan las posiciones nacionalistas en Chile del siglo XX (Cid y San Francisco, 2010, pp. XI –XXI). ↩︎
- Por un lado, el nacionalismo puede ser entendido a través de planteamientos construidos a partir de los conceptos de justicia y libertad universal, adoptando en ocasiones perspectivas antiimperialistas y de oposición al avance económico y cultural de las grandes potencias capitalistas. Por otro lado, puede asumir posturas intolerantes, autoritarias y excluyentes, de raíz tradicionalista y cuya expresión material se encuentra en los fascismos europeos (Fernández, 2000, p. 18). La conjugación de ambas definiciones demuestra que el discurso nacionalista y su matriz conceptual es susceptible de ser apropiada por colectividades con fines incompatibles. ↩︎
- “The United States boasts of being a democracy, and has, nevertheless, waged war against Mexico for the purpose of seizing her north provinces; it has made was against Spain to get possession of Puerto Rico and the Philippines, and upon Colombia to seize Panama. In less than a century they have annexed, by right of conquest, a million square miles of what was formerly Latin American territory. Among these conquests are the taking of Texas and of six more States that were Mexican Possessions before the American invasion, which was pushed even to the ancient Aztec capital […] The United States is unquestionably the most imperialistic country in the world” ↩︎
- “They have desired and have obtained colonies in distant seas. Roosevelt has defended this policy of intervention on the part of his country in the small South American republics by use of the personal argument of a man who holds a big stick in his hands”. ↩︎
- “The United States has been imperialistic in the past; it is so to-day and will been more imperialistic tomorrow” ↩︎
- “Particularly serious for us is the fact that US capital is migrating to our country on such a large scale. They have already invested more than five hundred million dollars in mining properties and they are only at the beginning of hoarding our natural wealth […] if there is a workers’ strike later, will the men with the thick club ask us for reparations or compensation? and they will not venture to intervene in our internal political life? We will be an increasingly powerful magnet for US capital and activity. Although we are far away, our danger for the future is enormous […]. The sale to the Yankees of our copper deposits aggravates the dangers of our country for the future […]. There is a real Yankee danger for Spanish America”. ↩︎
- “This people is entirely different to us in ideals, education, character and manners, to the extreme of being antagonistic, one cannot help feeling surprised that the peoples of Latin America should regard with pleasure this new doctrine so much in vogue nowadays in the new continent; I mean, Pan Americanism” ↩︎
- “What is Pan Americanism? The union of two Americas, the Latin and the Anglo-Saxon. What is this union for? We have nothing in common: neither interests nor ideals. Is it because we are near each other? Argentina, Uruguay, Paraguay and Brazil are nearer to Europa than to the United Estates”. ↩︎
- “Europe buys more from us than does the United States; Europe gives us her ideals, her literature; Europe is the source of all culture, and we should drink form the original source, not where the river flows into the sea with all the refuse it has brought with it on its way”. ↩︎
- “Europe buys more from us than does the United States; Europe gives us her ideals, her literature; Europe is the source of all culture, and we should drink form the original source, not where the river flows into the sea with all the refuse it has brought with it on its way”. ↩︎


