Tercermundismo y no alineamiento en la primera fase del Gobierno Revolucionario de las Fuerza Armada del Perú en la voz del General Juan Velasco Alvarado (1968-1975)

Gabriel Mora Galleguillos
mora89.gab@gmail.com

Resumen: El presente texto aborda el sentir tercermundista y el no alineamiento que se expresaron en el Gobierno Revolucionario de las Fuerza Armada del Perú a partir del análisis de 62 discursos pronunciados por el líder del gobierno hasta 1975, el General Juan Velasco Alvarado. A través de una metodología de estudio de caso y el análisis cualitativo de contenido, se logró identificar cinco nudos convocantes relacionados con la integración del Perú al Tercer Mundo, el antiimperialismo, la construcción de una tercera vía nacionalista no alineada en el contexto de la Guerra Fía, desarrollismo y “liberación económica” como “verdadera liberación”, así como la solidaridad de los pueblos. 

Palabras clave: sensibilidad tercermundista, no alineamiento, Gobierno Revolucionario, Fuerzas Armadas, política exterior.

Introducción.

El día 3 de octubre de 1968 a horas de la madrugada se produjo el golpe de Estado que condujo al derrocamiento del presidente Belaunde Terry por las Fuerzas Armadas del Perú lideradas por el Ejército y su comandante en Jefe, el General Juan Velasco Alvarado. Con este acto que no tuvo mayor resistencia, comenzó lo que los propios militares procedieron  a denominar como Gobierno Revolucionario. Este no se trató de una nueva intervención militar reaccionaria en el campo político peruano y latinoamericano, sino que por el contrario, impulsó una serie de reformas sociales, económicas, políticas y culturales, orientadas a modernizar las estructuras del Perú (Aguirre y Drinot, 2018), en algunos casos de manera inalterable a pesar del término de la primera fase de gobierno en 1975, la política regresiva del sucesor del General Velasco, el General Morales Bermúdez (1975-1980), y las políticas neoliberales de los años ochenta y noventa.

Este régimen militar, transformador y autor reconocido por los propios militares como revolucionario, no ha dejado de generar debates, suscitar controversias y agudas reflexiones debido a la aparente excepcionalidad de la experiencia si se compara con la práctica política e ideológica de otros regímenes militares latinoamericanos que le fueron contemporáneos. Sólo por nombrar uno de estos puntos críticos de análisis, desde la toma del poder por los militares peruanos hasta la conmemoración del cincuenta aniversario (1968-2018), al régimen se le catalogó con diferentes conceptualizaciones relacionadas con el lugar político cercano a la izquierda o a la derecha y respecto a la valorización que se hace de los fundamentos ideológicos que el régimen dijo defender como el antiimperialismo, el socialismo humanista, la emancipación nacional, el nacionalismo y el libertarismo.  Se ha catalogado al gobierno militar y sus procesos políticos con denominaciones tales como: reformistas dese arriba o régimen militar preventivo (Nesbet, 2015), militarismo nacionalista y reformista o “pretorianismo radical” (Rouquié y Suffern, 1997), militarismo nacionalista (Del Pozo, 2009; Guerra, 2014), militarismo desarrollista (Sepúlveda, 1972), reformismo militar (Roitman, 2013), populismo militar (Zanatta, 2012), nacionalismo populista (Castañeda, 1993), régimen militar de orientación socialista, nacionalista y corporativista (Williamson, 2009), revolución militar (Skidmore y Smith, 1996; Rouquié y Suffern, 1997) o reformismo desde arriba (Hobsbawn, 2018). 

El reciente interés que ha despertado la experiencia velasquista se inscribe en un doble movimiento relacionado, por una parte, con la conmemoración del cincuenta aniversario de iniciado el gobierno de Velasco en 2018, y por otra parte, por las novedosas formulaciones explicativas que se han hecho del periodo de la Guerra Fría y los procesos políticos que se produjeron en este periodo, las que rompen con una cierta uniformidad y consenso con el cual se buscó interpretar la región. Planteamientos como los de “Guerra Fría Interamericana” de Tanya Harmer (2011), el lugar que le han asignado Odd Arn Westad (2018) y Vanni Pettinà (2018) a Latinoamérica durante la contienda y la reinterpretación que efectuó Grinor Rojo (2023) sobre los procesos de modernización capitalista, han sido de utilidad para repensar procesos políticos y sociales regionales. Y cabe el caso que, dentro de estos esfuerzos reinterpretativos, se ha vuelto sobre las experiencias de regímenes militares que durante las décadas de 1960 a 1980 se autodenominaron como revolucionarios1, alejándose de la política hemisférica del Departamento de Estado de los Estados Unidos y la Doctrina de Seguridad Nacional (DSN), problematizando una relación conceptual y política en la que se llegó a plantear que ser revolucionario y ser militar era una contradicción. Y, además, otro campo investigativo que ha tomado relevancia y que en este escrito es de interés, ha sido el análisis sobre la recepción y elaboración propia del sentir tercermundista en movimientos políticos e intelectualidades latinoamericanas del periodo de la Guerra Fría, siendo una de las más recientes y destacadas aportaciones el realizado por el historiador Germán Alburquerque (2020).

El presente artículo aborda la relación entre el sentir tercermundista, no alineación y el Gobierno Revolucionario de las Fuerza Armada del Perú (GRFA) a partir de la discursividad de su principal líder durante la primera fase del régimen (1968-1975), analizando 62 discursos del General Velasco y 3 documentos fundamentales producidos por los militares. La metodología utilizada es el estudio de caso y el análisis cualitativo de contenido deudora del proyecto FONDECYT REGULAR “Los proyectos ideológicos de los gobiernos militares de izquierda en América Latina y su relación con la Doctrina de Seguridad Nacional: Perú, Panamá, Bolivia y Ecuador, 1968-1981” (Alburquerque, 2019). Con esta se buscó contribuir a la suma de conocimiento respecto al caso particular del régimen militar velasquista, por medio de la identificación de los principales nudos convocantes del sentir tercermundista que las fuentes oficiales consultadas permitieron identificar en su análisis explícito, manifiesto, latente e implícito. Claro está que, no basta con analizar solo los documentos oficiales sino que para tener un panorama más completo respecto al sentir tercermundista que se expresó durante el gobierno de Velasco, es necesario analizar debates internos en la oficialidad peruana, la relación de los militares con la intelectualidad del periodo y la recepción que en Perú y América Latina hubo del pensamiento del Tercer Mundo en tanto ideología y horizonte de expectativa. Por lo anterior, se precisa al lector que este es el primero de una serie de otros documentos de análisis que buscarán producir una mirada más amplía sobre estos y otros fenómenos relacionadas con el Perú de Velasco2.

La exposición de los argumentos se ha estructurado en tres secciones. La primera sección entrega brevemente algunos aspectos conceptuales referidos al sentir tercermundista y no alineamiento fundamentales para comprender los sentidos en que se pronunció Velasco. Una segunda sección que aborda la relación entre tercermundismo y América Latina, buscando desmontar la idea de que este sólo se expresó en África y Asia, y situar la experiencia tercermundista peruana a nivel regional (esta experiencia se inscribió en una recepción y expresión a nivel latinoamericano). Y la tercera parte, la principal, se identifican y analizan cinco nudos convocantes en el discurso de Velasco que expresan los sentidos con los cuales se refirió y expresó el sentir tercermundista en la retórica política del líder militar. Finalmente, se expondrán las conclusiones en base a lo planteado.

Imagen 1: General Velasco Alvarado, Presidente del RGFA

Fuente: Nationaal Archief (The Dutch National Archives)
Imagen de dominio Público (CC0 1.0), https://www.nationaalarchief.nl/onderzoeken/fotocollectie/abc5234a-d0b4-102d-bcf8-003048976d84

De la sensibilidad tercermundista a la política No Alineada

El tercermundismo y el no alineamiento no son conceptos equitativos ni sinónimos, cada uno responde a procesos diferentes, pero en base a la literatura especializada, es posible afirmar que ambos mantuvieron profundos vínculos establecidos sobre la inteligibilidad que se generó alrededor de cada uno de estos conceptos, en cuanto a los marcos ideológicos y prácticas políticas, sociales y económicas, haciendo, hasta cierto punto, dificultoso trazar del todo los límites entre uno y otro. Para Alburquerque (2020), la noción de Tercer Mundo se utilizó a partir de los años cincuenta, con el que “(…) terminaron identificándose pueblos con hondas diferencias políticas, geográficas, económicas y culturales, hermanados, sí, por una misma posición en el mapa geopolítico: externos a ambos bloques dominantes; y por una misma situación: subdesarrollados y neocolonizados” (Alburquerque, 2020, p. 15). Mientras que el tercermundismo se refiere más a una sensibilidad que a su parecer

definió gustos, modas, simpatías e ideas. Éstas, con el tiempo, lograron constituirse en una ideología, el tercermundismo. No fue una ideología demasiado elaborada, pero contó con un núcleo suficiente de enunciados […] tales fundamentos fueron: 1) el Tercer Mundo designa una unidad real, la de los pueblos desfavorecidos de África, América Latina, Asía y Oceanía; 2) entre estos pueblos debe existir una solidaridad estrecha que les permita adquirir cuotas cada vez mayores de poder; 3) lo que define el parentesco de estos países es el subdesarrollo económico y el origen colonial de su debilidad; 4) aunque políticamente libres (en su gran mayoría, e incluso muchos, los latinoamericanos, libres hacía un siglo y medio), los pueblos del Tercer Mundo padecen la acción del neocolonialismo; 5) solo la lucha concertada puede proporcionar logros: la liberación integral de cada nación debe ser acompañada por la de sus vecinos; 6) se necesita una transformación estructural y revolucionaria, la única facultada para cortar de raíz los perniciosos vínculos con el imperialismo; 7) los pueblos del Tercer Mundo son sujetos de su historia, en sus manos radica la voluntad de construir su propio futuro (Alburquerque, 2020, pp. 15-16).

Por otro lado, Eduardo Devés (2014) identificó algunas características similares a las mencionadas por Alburquerque sobre la noción de tercermundismo, aunque con diferencias o posicionando otros elementos con mayor relevancia, como lo son los rasgos anticoloniales sostenidos sobre la cooperación internacional y la búsqueda de mecanismos de desarrollo. Para el filósofo, el tercermundismo se caracterizó en que

Los más importantes debates se focalizaron en asuntos como la noción de no-alineamiento, soberanía y no-intervención, la idea de coexistencia pacífica, el rol de la defensa colectiva, los principios de la colaboración interestatal y la definición del colonialismo. Se incluyó una agenda de cooperación respecto al desarrollo económico, poniendo énfasis en la asistencia técnica, se insistió en el derecho a decidir los propios sistemas políticos y económicos, poniéndose énfasis en la planificación, y en la necesidad de una diplomacia internacional y en la gobernanza de los asuntos mundiales. Se enfatizó igualmente el papel del estado para el despegue económico, señalando correlativamente que la independencia era condición para la libertad, el desarrollo y la modernización de las naciones. En síntesis: no alineación durante la Guerra Fría, eliminación de todas las formas de colonialismo y lucha por la modernización y el desarrollo económico. (Devés, 2014, pp. 458-459)

El no alineamiento surgió como una respuesta más orientada a la política internacional y estratégica frente al conflicto bipolar de la Guerra Fría. Esta contuvo elementos del tercermundismo y sus principios se centraron en la afirmación de una posición independiente ante la división del mundo en bloques, la promoción del neutralismo activo, el respeto a la autodeterminación de los pueblos, promoción por la igualdad y desarrollo, y rechazo a la brecha de países ricos y pobres. Por esto, es plausible considerar que el no alineamiento se inscribió dentro del tercermundismo sobre todo a lo que refiere a política internacional, especialmente a partir de las Conferencias de Bandung en 1955 y la de Belgrano en 1961, que luego influyeron en la creación del Movimiento de Países No Alineados (MPNA) (Alburquerque, 2020; Fernández y Olmedo, 2023; Padilla, 2023). 

Otras reflexiones que validan lo enunciado fueron elaboradas por Martín Bergel (2019) y Eric Hobwbawn (2012). Para el primero, el concepto de Tercer Mundo se originó “[…] en el contexto de recomposición de la segunda posguerra y de los debates sobre el desarrollo de las distintas regiones del mundo, el concepto que por excelencia se utilizó para nombrar las abismales inequidades sociales a escala planetaria” (Bergel, 2019, p. 130). Y precisó que las primeras utilizaciones del concepto, como la del economista francés Alfred Sauvy quien escribió Document Trois Mondes, une Planète en 1952, se identifica una doble acepción conceptual, una economicista, más utilizada por cientista sociales europeos quienes equipararon subdesarrollo con Tercer Mundo, y otra más política, que refiere a la apropiación del concepto por quienes habían sido definidos o reconocidos a partir de él, transformándolo en una especie de conceptualización que englobó el deseo de liberación de los pueblos sometidos y una especie de ideología en política exterior que motivó la discusión y la acción por construir relaciones internacionales no alineadas e independientes. 

De modo parecido, el historiador británico señaló que la noción surgió para definir en términos económicos a un conjunto de naciones diferentes del “primer mundo” capitalista y del “segundo mundo” comunista, y que a pesar de ser sociedades heterogéneas, compartían una misma condición de pobreza en comparación con el mundo desarrollado, “[…] eran dependientes, todos tenían gobiernos que querían desarrollo, y ninguno creía después de la Gran Depresión y la segunda guerra mundial, que el mercado mundial del o la libre iniciativa de la empresa privada doméstica se lo iba a proporcionar” (Hobsbawn, 2012, p. 309). Además, sostuvo que la expresión política del tercermundismo fue el no alineamiento que se constituyó en el MPNA, al que describió como el intento colectivo de países y gobiernos por “[…] mantenerse al margen de la tercera guerra mundial que todos temían” (Hobsbawn, 2012, p. 310). 

Con anterioridad a las intervenciones de los autores citados son las reflexiones del cientista político yugoslavo Bojana Tadic, quien se centró en la potencialidad emancipadora que contenían los procesos políticos a referenciados con los conceptos de tercermundismo y no alineación, convirtiéndolas en perspectivas ideológicas y horizontes de acción al defender algunos países y regímenes políticos la independencia nacional frente a la toma de partido por uno de los dos bloques dominantes en disputa, posicionándose como alternativas regionales y globales heterogéneas al sostener como principios la

no adhesión al sistema de bloques ni al compromiso en conflictos de estos bloques, los que se habían vuelto más intensos y, en consecuencia, ofrecimiento de una actitud negativa hacia los países del Occidente, como defensores de la dominación colonialista, y hacia los países socialistas de Europa Oriental que mostraban reservas hacia las tendencias de desarrollo independiente interno exhibidas por estos países, y hacia su orientación de la política exterior. (Tadic, 1969, pp. 133)

Ambos conceptos y las relaciones sociales y políticas que promovieron, se desarrollaron y están estrechamente vinculadas con el marco general y contextual de la Guerra Fría. Como señala el historiador Odd Arn Westad (2007), el Tercer Mundo fue el principal escenario en el cual se desplegó la Guerra Fría o al menos fue el campo de batalla donde las dos superpotencias se enfrentaron militar e ideológicamente y en sus geografías, sus pueblos y algunos de sus gobiernos, buscaron por todos los medios desprenderse de la disputa por la hegemonía o mantener sus independencias nacionales apostando a políticas de desarrollo planificado para redefinir las estructuras sociales. Por lo que es importante considerar que tanto el tercermundismo, el surgimiento de la política de no alineamiento y el MPNA responden a dicho enfrentamiento, siendo en ese contexto en que toman forma sus posiciones ideológicas y sus prácticas políticas. 

El tercermundismo y las experiencias concretas que se forjaron a su entorno como el no alineamiento, al menos en su ciclo más disruptivo, trató de convertir las luchas anticoloniales y antiimperialistas, en un proyecto que buscó traducirse en una agenda política para los nuevos Estados en su búsqueda de alternativas de desarrollo, justicia social y la construcción de un sistema de relaciones internacionales basadas en el respeto mutuo y no intervención, oponiéndose a prácticas de subordinación foráneas (Prashad, 2007; Duarte 2021). Esto es significativo para Bergel, quien propone que ese intento por construir un proyecto independiente a los hegemónicos, encarnó un “horizonte de expectativa” en los términos definidos por Reinhart Kosselleck. Esto quiere decir, tuvo la posibilidad de convertirse en una potente noción explicativa del presente, con la potencialidad de impulsar transformaciones y construir futuro,  “[…] a punto tal que «Tercer Mundo» fue a menudo, sobre todo entre 1965 y 1975, un modo de nombrar la revolución. O lo que es lo mismo: al menos en sus usos políticos, pocos términos, al pronunciarse, hablaban tanto de futuro” (Bergel, 2019, p. 131). 

América Latina: experiencias tercermundistas y no alineamiento.

La relación entre tercermundismo y no alineamiento durante la Guerra Fría ha sido objeto de debate y análisis para el contexto latinoamericano. Algunos autores, como José del Pozo (2009) sugieren un impacto limitado del Tercer Mundo en tanto horizonte de expectativa, argumentando que solo Cuba mostró un interés significativo en participar en las conferencias del MPNA. Con anterioridad, Carlos Pérez (1973) indicó que la recepción del tercermundismo en Latinoamérica fue limitada al no tener la misma significación política los procesos de descolonización producidos en África y Asia, esto, al haberse independizado la región mucho antes. En contraste, Alburquerque (2020) ofrece una visión más matizada al señalar que, si bien es cierto que hubo un impacto limitado en algunos países, es importante reconocer la influencia de este movimiento en el continente, precisando que, fueron durante las décadas de 1960 y 1970 que se desarrolló la “época dorada del tercermundismo” en el Cono Sur “[…] con fuerte presencia en las ciencias sociales, en la vida política, en el movimiento eclesiástico, en corrientes artísticas, etc. Pero este fulgor se fue apagando poco a poco y de manera dramáticamente anudada al advenimiento de los regímenes autoritarios en la región (Alburquerque, 2020, pp. 36).

Es posible contraponer lo enunciado por Pérez cuando Alburquerque expresa que el tercermundismo latinoamericano, se caracterizó por una integración de la realidad latinoamericana con la de otros continentes en sus rasgos de autorreconocimiento en tanto periféricos, neocolonizados y depedientes, lo que a nuestro entender, promovió la solidaridad de los pueblos y los vínculos entre experiencias diferentes, expresándose en que: 

no dudó en integrar la realidad de su continente a la del resto de los continentes periféricos y bien temprano asumió como propia la bandera de una liberación integral del Tercer Mundo, la que no finalizaba allí donde se conseguía la independencia formal de una nación, sino que se extendía hasta la supresión total de los vínculos de dependencia económica y cultural […]. Por lo tanto, el diagnóstico que se hacía desde el Cono Sur incorporaba la necesidad de desembarazarse de las sujeciones económicas –y en menor tono, culturales– a las que eran sometidos tanto los países con una larga trayectoria de autonomía política como aquéllos recién autonomizados. En este sentido, se consagraba el padecimiento del neocolonialismo como la piedra angular de la identidad común tercermundista. (Alburquerque, 2020, p. 45)

Para Hobsbawn (2012) el tercermundismo en la región se expresó como un nacionalismo revolucionario impulsado principalmente por militares que condujeron regímenes autoritarios ante la debilidad política civil y de las estructuras estatales. Aunque no sólo fueron militares quienes recepcionaron y promovieron una política con un enfoque tercermundista con diferentes rasgos ideológicos, tales como, promover el antiimperialismo, defender los principios de autodeterminación nacional, el no intervencionismo y la autodeterminación de los pueblos en política internacional (Bergel, 2019). El diagnóstico fue que América Latina, como otras regiones periféricas, carecía de una libertad real debido a la dependencia y sujeción a intereses foráneos, por lo que se debía avanzar en una “liberación verdadera” que rompiera con “[…] el feudalismo indígena y con el imperialismo” (Guillen, 1969, pp. 157), algo que en la retórica del General Velasco se denominó como “verdadera independencia” o “segunda independencia” como veremos. 

En su versión latinoamericana, el tercermundismo se expresó como un proyecto o discurso radical de liberación o reafirmación nacional que, para Alburquerque (2020), subyugó la conceptualización de la revolución al carácter nacional del proceso político, apelando a la integración sin distinción de las clases sociales al proyecto nacionalista que se identificó como transformador. Además, este tercermundismo apeló a la superación de la pobreza, desarrollo y crecimiento económico pero desmarcándose del modelo capitalista defendido por el bloque liderado por Estados Unidos debido, en parte, por la visión pesimista que se tenía del mismo, por las crisis y desequilibrios estructurales entre el “[…] ritmo de consumo y el ritmo de la acumulación de capital reproductivo” (Prebisch, 1988, p. 7), y,  por la asociación que se efectuó del capitalismo como sistema de dominación y segregación de los pueblos, que fundaba y reproducía un sistema mundo basado en relaciones de dependencia, subdesarrollo, neoimperialismo, neocolonialismo e injusticia social  (Harnecker y Uribe, 1972; Marini, 1971, 1973; Escobar, 2007; James, 2016; Sotelo, 2021).

Tenemos pues, según investigaciones y producción científica, que el tercermundismo se expresó en América Latina, en especial en el Cono Sur, del siguiente modo. En Chile tuvo una gravitación destacada a partir del triunfo de la Unidad Popular, posicionándose como una alternativa de socialismo democrática para el Tercer Mundo. Su presidente fomentó y puso a Chile en un sitial de vanguardia al presidir la Tercera Conferencia de la UNCTAD en 1972, y, el país fue un faro en la producción de pensamiento crítico que atrajo a diversos intelectuales. En Argentina, fue a partir de 1964 cuando su presencia se hizo notable en los círculos académicos y políticos del país, extendiéndose como una sensibilidad que abarcaba diversas corrientes de pensamiento, grupos políticos de la nueva izquierda, medios de comunicación y expresiones artísticas.  En Uruguay, el movimiento político e intelectual del “tercerismo”  permitió el advenimiento del debate y de la toma de posición cercana al Tercer Mundo, en especial de las reflexiones sobre autodeterminación y crítica al imperialismo, principalmente el estadounidense. Lo anterior, se expresó en el debate intelectual en la Revista Marcha y en los Cuadernos de Marcha. En Brasil, fue a partir de los años cincuenta que en el campo intelectual destacó el tercermundismo a partir de centros de pensamiento y académicos con vínculos con la política exterior del gigante latinoamericano, que entre otras cosas, promovió la solidaridad con África (Grabendorff, 1979; Sánchez, 2014; Manzano, 2014; Alburquerque, 2020; Rojo, 2023). 

En el espacio centroamericano, en la Cuba Revolucionaria el tercermundismo se expresó en el “internacionalismo proletario” que impulsó el entendimiento de que “[…] Cuba era parte de la lucha global contra el capitalismo que libraban los países socialistas de todos los continentes, lo cual implicaba una solidaridad de base con los pueblos explotados y colonizados del Tercer Mundo” (Alburquerque, 2020, p. 159). De allí la estrategia tricontinental y la incorporación del país caribeño al MPNA (Zourek, 2022). En México, Luís Echeverría complementó “[…] su discurso populista y sus medidas reformistas a nivel interno, con una política exterior más activa, de carácter tercermundista, que promoviera la unidad y solidaridad entre los países de América Latina” (Sánchez, 2014, p. 963). Y en la Nicaragua Sandinista, siguiendo una política de nacionalismo revolucionario, se hizo frente al imperialismo estadounidense con una política independiente para su soberanía nacional que les hizo abrazar el tercermundismo y el no alineamiento. Daniel Ortega explicó: 

los nicaragüenses se integraban al Movimiento No Alineado porque veían en él la más amplia organización de los Estados del Tercer Mundo que juega un importante papel y que ejerce una creciente influencia en el escenario internacional y en la lucha del pueblo contra el imperialismo, el colonialismo, el neocolonialismo (Morales y Vanden, 1986, p. 6).

La amplitud de movimientos políticos e intelectuales que se identificaron con el tercermundismo o con algunos de sus rasgos, permiten hablar como lo hacen Devés (2014) y Alburquerque (2020), de un sentir tercermundista latinoamericano más que de un tercermundismo en tanto cuerpo uniforme de ideas organizadas en un proyecto político único. Se trató de la recepción, adopción y utilización de ciertas perspectivas ideológicas que legitimaron algunas posiciones políticas, sociales y culturales, las que fueron dando forma a las diferentes formas de expresión del tercermundismo latinoamericano. Es por lo anterior que se puede comprender, por ejemplo, que diferentes movimientos políticos se autodefinieran y afirmaran promover unos idearios de transformación –diferentes entre sí– bajo el paraguas del tercermundismo y el no alineamiento. Alburquerque lo describe así:

 Afirmamos que el tercermundismo se convirtió, entre las décadas del sesenta y setenta, en una sensibilidad dominante en el Cono Sur de América Latina. Ello significa que el referente Tercer Mundo infiltró la actividad intelectual, cultural y política de la región […]. Se trataba de un modo particular de aprehender la realidad basado en un conjunto de ideas, juicios y prejuicios, así como de sensaciones y emociones, que influía en la cosmovisión de importantes sectores del campo político-cultural de la época (Alburquerque, 2020, pp. 25-26).

Nudos convocantes en el discurso tercermundista de Velasco Alvarado

El General Velasco Alvarado, Presidente de la República, principal líder de la Revolución Peruana y principal orador del proceso al menos en su primera fase (1968-1975), transparentó de manera elocuente el rol del Perú y su vínculo con los países del Tercer Mundo con ocasión de su Mensaje a la Nación del día 28 de julio de 1974, expresando que:

En el campo de las relaciones exteriores, debe mencionarse el reciente ingreso del Perú al Grupo de Países No Alineados, ratificando de este modo la orientación independiente y tercermundista de nuestra diplomacia a partir de la Revolución. Esta decisión nos vincula más cercanamente a otros países que luchan por su autodeterminación contra las presiones de las grandes potencias que no aprueban los esfuerzos del sector pobre del mundo por conquistar y afianzar su auténtica emancipación económica, política e ideológica. (Velasco, 1974a, p. 9)

Con anterioridad, salvo en algunas ocasiones y en particular desde su intervención en el acto inaugural de la II Reunión Ministerial del Grupo de los 77 de 1971 en Lima, que la referencia al concepto de Tercer Mundo y la incorporación del Perú  a este grupo de naciones no había sido tan clara discursivamente. Esto no quiere decir que, en la ideología –o ideopolítica como se manifiesta en la discursividad oficial del General– subyacente a la Revolución Peruana, no existieran rasgos de la sensibilidad tercermundista. Al contrario. Planteamos que el tercermundismo estuvo presente desde un inicio en las concepciones ideológicas y en el programa transformador que los militares peruanos imprimieron a su Revolución, especialmente en aquellos campos relativos a la configuración de una “verdadera liberación” al modo de una “nueva emancipación” o “segunda independencia” que se conseguiría, según los militares, mediante la “libertad económica” en oposición al imperialismo, neocolonialismo y dependencia, devolviendo la soberanía al país y a su pueblo. Estos postulados y el diagnóstico que los militares efectuaron de la realidad peruana se equipararon con los de otros países, en un comienzo, con la realidad de subdesarrollo y dominio extranjero acontecidos para América Latina y, posteriormente, con el resto de países del Tercer Mundo con los que el GRFA encontró una afinidad ideológica a pesar de las diferencias culturales y políticas.

Habiéndose revisado 62 discursos pronunciados por Velasco Álvaro y tres de los documentos fundamentales producidos entre los años 1968 y 1975, fue posible agrupar las referencias en los siguientes nudos convocantes, los que dan cuenta de la relación entre el GRFA, la discursividad de su principal líder, el sentir tercermundista y el no alineamiento en: a) integración de la situación del Perú con la de otros continentes, todos ellos considerados en una posición periféricas desventajosa; b) antiimperialismo y situación neocolonial que impide la “verdadera independencia” y socaba la soberanía nacional; c) énfasis de la Revolución Nacional –nacionalismo revolucionario– como modelo de tercera vía no comprometido con los bloques hegemónicos y con los modelos que las grandes potencias buscan exportar; d) propiciar el desarrollismo como mecanismo de “liberación económica” y la implementación de reformas sociales y políticas como repertorio revolucionario; y, e) solidarizar con la liberación integral del Tercer Mundo.

Estos cinco nudos convocantes se desprenden del programa que los militares elaboraron desde antes de la toma del poder y el derrocamiento del presidente Belaunde Terry en 1968. Responden a las tesis elaboradas en el Servicio de Inteligencia, el Centro de Altos Estudios Militares (CAEM) y la Escuela Superior de Guerra, sobre la realidad social, económica, política y cultural del Perú. Esto, a partir de los procesos formativos que desde la década de los años cincuenta y sesenta promovieron para las nuevas oficialidades, incorporando una amplia interpretación de la Seguridad Nacional al modo de la concepción nacionalista de la “Seguridad Integral”, equiparando seguridad con desarrollo como forma preventiva de lucha contra el “enemigo interno” y dictando diferentes cursos en formación económica y sobre teoría social con facilitadores de la CEPAL y otros centros de pensamiento, incluidos destacados intelectuales reformistas, nacionalistas, socialcristianos, antiimperialistas, socialistas y marxistas, como por ejemplo, Augusto Salazar Bondy (Kruij, 1991; Hurtado, 2018). Esto contribuyó a la formación de un nuevo pensamiento al interior de las Fuerzas Armadas, en especial en el Ejército, que promovió las transformaciones de las estructuras sociales y el nacionalismo revolucionario.

Las acciones transformadoras y los nudos convocantes del sentir tercermundista en el discurso de Velasco Alvarado, tuvieron su sustento ideológico en los tres documentos fundamentales de la Revolución Peruana. A saber, el Manifiesto del Gobierno revolucionario de la Fuerza Armada del día 2 de octubre de 1968, el Estatuto del Gobierno Revolucionario del 3 de octubre de 1968, y, en el Plan del Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada o Plan Inca, dado a conocer en 1974 pero fechada su redacción el 3 de octubre de 1968. En el primero de ellos se señaló que:

La acción del Gobierno Revolucionario se inspirará en la necesidad de transformar la estructura del Estado, en forma tal que permita una eficiente acción de Gobierno; transformar las estructuras sociales, económicas y culturales; mantener una definida actitud nacionalista, una clara posición independiente y la defensa firme de la soberanía y la dignidad nacional […]. (GRFA, 1968a)

En el segundo de dichos documentos, se refuerza el sentido del nacionalismo como forma de soberanía y posición independiente a la presión e influencia extranjera: “c. Imprimir a los actos de Gobierno un sentido nacionalista e independencia sustentado en la firme defensa de la soberanía y dignidad nacionales” (GRFA, 1968b). Y, en el Plan Inca, en cuanto a política exterior, se diagnosticó que con anterioridad al GRFA existió una histórica dependencia a los Estados Unidos, una “falta de conciencia del rol correspondiente al Perú en el Grupo de Países del Tercer Mundo”, entre otros factores nocivos, contraponiendo a esta situación las diez acciones que Velasco Alvarado enumeró como formas en que se buscó superar la dependencia en política exterior, tales como: “Rechazar toda forma de intervención extranjera en nuestros asuntos internos y no intervenir en asuntos de otros países”, “Eliminar toda forma de presión y dependencia extranjera provenientes de cualquier centro de poder”, “Establecer relaciones con todos los países que convenga al interés nacional” y “Participar activamente en el Grupo del Tercer Mundo” (GRFA, 1968c). Estos documentos plasmaron las orientaciones que la Revolución de los militares peruanos le imprimió a su política internacional, la que a su vez, se justificó en relación a la política interna de trasformaciones que se buscó desarrollar. Es por eso que, la sensibilidad tercermundista se expresó en el antiimperialismo, en la independencia y autonomía en política exterior.

El primer nudo convocante, la integración de la situación del Perú con la de otros países y continentes que comparten una posición periférica desventajosa, da cuenta de aquel aspecto en donde el sentir tercermundista se hace más explícito y menos latente, ya que alude Velasco Alvarado a la incorporación del Perú a este grupo de países que conforman el denominado Tercer Mundo y a la adhesión del país a instancias políticas y bloques internacionales en los cuales se expresó el tercermundismo, como es el caso del Grupo de los 77 y al MPNA. En el entendimiento del líder de la Revolución Peruana, y, por tanto, de su grupo de asesores agrupados en el Comité de Oficiales Asesores de la Presidencia (COAP) quienes redactaron en buena parte los discursos del Presidente, el imaginario que situó al Perú y su experiencia política con el campo de los países del Tercer Mundo, se debe al esfuerzo compartido de la Revolución Peruana con otras experiencias mundiales en la liberación de los pueblos respecto de las relaciones de dependencia y subdesarrollo, y desplegar una política que en el plano internacional, se expresó y buscó constituirse como independiente de los bloques hegemónicos liderados por la URSS y EE.UU. En este sentido, en una fecha temprana como 1969, sin mencionar propiamente el concepto de Tercer Mundo, Velasco Alvarado relaciona lo anterior, matizando la excepcionalidad del proceso:

Y si bien es cierto que la Revolución Nacional Peruana participa de la intención liberadora de movimientos que en otras latitudes han buscado también la conquista de una verdadera independencia nacional, es igualmente cierto que los forjadores de esta corriente de transformación en el Perú supimos imprimirle, desde el primer momento, una concepción nacionalista, autónoma e independiente, sustentada en la firme defensa de la soberanía y dignidad. (Velasco, 1970 [1969], p. 32)

Con posterioridad,  con mayor frecuencia a partir de 1972-1973, es posible identificar las referencias al Tercer Mundo y el lugar que el Perú ocupa en este grupo de naciones. Este vínculo que comenzó a desplegarse en el discurso de Velasco Alvarado, tiene su explicación en que los militares peruanos consideraron que la situación de subdesarrollo, dependencia, límites a la soberanía nacional e injusticia social, era una realidad compartida por amplios sectores de la humanidad y sus gobiernos, siendo semejantes las problemáticas, desafíos y horizontes de expectativas de carácter político que se elaboraron para superarlas. Por tanto, fue lógico que el proceso peruano buscara integrar estos bloques emergentes de países tercermundistas y no alineados:

La invariable defensa de nuestra soberanía, la consideración de que sólo los intereses del Perú deben ser su guía permanente, la lucha por el reconocimiento del legítimo derecho de nuestro país al uso pleno de sus recursos naturales, la cooperación en todos los esfuerzos por el mantenimiento de la paz en el mundo, la solidaridad con los pueblos hermanos de Iberoamérica y nuestro plenos respaldo a una política integracionista que de veras cautele los intereses de las economías de la región […] en el apoyo decisivo que hemos dado al Pacto Sub-Regional Andino […]. Resultado de todo lo anterior es la creciente importancia de nuestro país en el panorama internacional, muestra de lo cual es la convocatoria en nuestra Capital de la próxima Reunión del Grupo de 77 países, preparatoria de la III Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo. (Velasco, 1971a, pp. 2-23)

El apoyo internacional aludió a construir una “política integracionista” que protegiese los intereses de los países del Tercer Mundo, el que se expresó con especial anhelo respecto a Latinoamérica, situando la propia experiencia peruana en una lógica nacionalista y revolucionaria latinoamericanista que, al mismo tiempo, se inscribió en el repertorio ideológico que el tercermundismo defendió en cuanto a la soberanía nacional, la búsqueda de desarrollo y a la solidaridad de los pueblos. Velasco Alvarado expresó:

No obstante la definición de nuestro esfuerzo en términos de un vigoroso proceso nacional de transformación, mal haría quien con ligero juicio entendiese el problema de nuestro país como exclusivamente peruano. En el más profundo de los sentidos, el problema que hoy confronta el Perú es un problema latinoamericano […]. Pero, por ser la causa del Perú una expresión veraz de la causa de todo el continente, nosotros esperamos y demandamos la solidaridad de los pueblos fraternos de América Latina. Si hoy cayera el Perú, ningún futuro nacional tendría seguridad en esta parte del mundo. Es de aquí, de donde dimana la responsabilidad del continente Latinoamericano frente a un país hermano como el Perú que hoy se juega el destino en defensa de su soberanía nacional en la incruenta lucha por su emancipación económica. (Velasco, 1970 [1969], p.37)

Es en este marco que se puede comprender la buena relación que establecieron los gobiernos de Velasco en Perú, Allende en Chile y Cámpora y Perón en Argentina. Los tres representaron una convergencia nacionalista con pretensiones de superación de la dependencia y el subdesarrollo, por lo que procuraron generar relaciones bilaterales centradas en la integración y colaboración regional, con lo cual diversificar sus económicas y generar un espacio de acción en política internacional con mayor pluralidad y antiimperialista alejada a la influencia estadounidense. Por ello, la búsqueda del fortalecimiento del denominado Pacto Andino. En cuanto a la relación específica con Chile, si bien ambos gobiernos no trabajaron directamente en resolver el problema fronterizo heredado de la Guerra del Pacífico, evitaron que este se colocara en el centro de su relación y de este modo, sortearon posibles conflictos (Magasich, 2013; Zapata, 2017; Míguez, 2019).

En este nudo convocante termina por destacar la autorrepresentación que los propios militares y Velasco tuvieron de su gobierno y del lugar que ocupó en la política internacional, convirtiéndose a ojos de los militares peruanos, en un modelo a seguir por los países del Tercer Mundo: “[…] el renovado interés que suscita la Revolución Peruana en otras naciones como modelo concreto para superar el sub-desarrollo y luchar contra la dependencia. Día a día se acrecienta el prestigio del proceso Revolucionario Peruano, particularmente en América Latina y en otras regiones del Tercer Mundo […]” (Velasco, 1972a, p. 2).

Imagen 2: Fotografía del Presidente Chile, Salvador Allende, Velasco Alvarado y Clodomiro Almeyda Ministro de Relaciones Exteriores de Chile en su visita oficial al Perú de 1971 

Fuente: Biblioteca del Congreso de Chile. (CC BY-SA 3.0 CL). Wikipedia Commons.
https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Salvador_Allende,_Velasco_Alvarado_y_Clodomiro_Almeyda.jpg

La retórica del segundo nudo convocante, alude a que el Gobierno Revolucionario promovió una política antiimperialista porque, si bien, la independencia del país se suscitó en el siglo XIX, al igual que en los procesos de liberación de Asía y África, el Perú debió afrontar una relación de dependencia que subyugó los intereses nacionales por el de naciones y empresarios extranjeros, construyéndose un modelo de neocolonialismo que condujo al país al subdesarrollo. Es por eso que, los militares peruanos se propusieron una “Segunda Independencia” al modo de una soberanía “verdadera” y la “liberación económica” inscrita en el nacionalismo revolucionario. Esta discursividad antiimperialista pudo expresarse con nitidez en las acciones de expropiación y nacionalización que el gobierno efectuó en contra de empresas de capitales estadounidenses, en específico en La Brea y Pariñas (1968), Cerro de Pasco Corporation (1974) y La Marcona (1974). En relación al primer hito, Velasco expresó:

El Gobierno Revolucionario, enarbolando la bandera de la nueva emancipación, ahora y para siempre pone en labio de cada peruano la vibrante expresión de nuestro himno ¡Somos libres, seámoslo siempre! E inicia el cumplimiento de sus inquebrantables postulados proclamando con alta sonoridad para que se escuche en todos los continentes, que la soberanía del Estado Peruano no es desde este momento un mero enunciado sino una auténtica realidad. (Velasco, 1970 [1968], p.  5)

La política antiimperialista fue concebida dentro de la relación entre nacionalismo y revolución, expresándose que la gesta de los militares tenía como por objetivo liberar al país de la dependencia extranjera y el subdesarrollo, al igual que lo hicieron otros movimientos “libertarios” en otros territorios, siendo aquella la base que une la experiencia peruana, a los ojos de los militares peruanos, con la de otros países que se vincularon al tercermundismo:

La raíz estructural de los grandes problemas que afectan a la sociedad peruana, al igual que a otras sociedades de equiparable situación, surge en final análisis de su doble e interrelacionada condición de sociedad subdesarrollada y sujeta a la dominación imperialista. De hecho, todos los problemas que tradicionalmente ha confrontado el pueblo peruano dimanan de esa doble condición. No existe, por tanto, posibilidad de resolver ninguno de nuestros problemas capitales sin encarar las cruciales cuestiones de la dependencia y el subdesarrollo. (Velasco, 1971b, p. 10)

Para Velasco, el propósito de la incursión política de los militares peruanos era “[…] conducir a cancelar todas las formas de dominación interna y la tradicional subordinación del Perú a los intereses económicos foráneos” (Velasco, 1971c, p. 13).  Por tanto el antiimperialismo en la Revolución Peruana se conceptualizó como la culminación de la política nacionalista que debió asegurar la soberanía nacional y el control sobre los recursos del país, los mismos que, siendo integrados en el área de producción social de recursos estratégicos controlados por el Estado, eran pensados como pilares para el desarrollo de la nación. Este antiimperialismo es semejante al que impulsaron otras experiencias nacionales que buscaron en la nacionalización de sus recursos y la toma del control de los mismos, fortalecer la soberanía nacional y limitar su dependencia a las potencias del periodo. En el caso peruano, el antiimperialismo es una práctica política indispensable para la consecución de la “emancipación definitiva”:

En primer lugar, luchar por la Soberanía del Perú y por su “emancipación definitiva” –tal como lo declaramos en el Manifiesto– significa, en esencia, luchar por la autodeterminación política del estado peruano y por el control nacional de los recursos del país. Y este es, precisamente el contenido fundamental de una posición antiimperialista. Porque soberana es la potestad de una nación para determinar su propio destino sin interferencia extranjera y el derecho a ser dueña de sus propias riquezas. Por eso, soberanía implica la prevalencia de los intereses nacionales sobre los intereses foráneos. Y como el imperialismo no es otra cosa que el dominio extranjera sobre la economía y política de un país, la lucha por la soberanía es necesariamente la lucha contra el imperialismo. (Velasco, 1973a, p. 6)

Imagen 3. Revista Participación núm. 6, 1975, publicada por SINAMOS

Fuente: Colección Documental del Gobierno de las Fuerzas Armadas, Centro de Documentación del Perú Contemporáneo (CEDOC), Universidad Nacional Mayor de San Marcos, https://cedoc.sisbib.unmsm.edu.pe/public/pdf/grfa/2.1.6.pdf

El tercer nudo convocante alude implícitamente a la política de no alineamiento al proponer una tercera vía como modelo de sociedad no comprometida con los bloques de poder hegemónicos capitalista y socialista, este último en su conceptualización como burocracia de estado centralizada en un partido político, por tanto autoritario que limita la participación social. Este no alineamiento se comprende dentro del nacionalismo revolucionario y se expresa como una práctica de reafirmación antiimperialista al expresar la devolución a la “patria” de una verdadera autonomía frente a las potencias globales. En relación de la tercera posición que Velasco Alvarado señaló para el caso de la Revolución peruana, el General indicó: 

Las dos posiciones a que acabo de referirme son, en esencia, divergentes de nuestra posición. Obviamente, no puede haber compatibilidad ni entendimiento entre quienes, por un lado, aspiramos a un orden social donde el poder político y el poder económico radiquen directamente en los ciudadanos autónomamente organizados en instituciones sociales básicas y quienes, por otro lado, orientan su acción política hacia la continuidad del capitalismo como sistema en el Perú o hacia instauración en nuestro país de un régimen que sustituiría la propiedad privada de los medios de producción por la propiedad estatal de los mismos dentro de un esquema de monopolización del poder político en manos de una burocracia partidaria. Las finalidades que nosotros perseguimos y las finalidades que persiguen quienes sostienen las posiciones capitalista y comunista son, por definición, contrapuestas e irreconciliables. (Velasco, 1972a, p. 5)

Sumado a los anterior, se hace el énfasis en desvincular el modelo de revolución y la propia concepción política de lo que es una revolución de la tradición socialista, específicamente del socialismo real que se institucionalizó en la Unión Soviética, al señalarse que la Revolución peruana no se debe comprender dentro de ese marco de referencia ideológico y político e indicar que existen diferentes tipos de revoluciones, afirmando que el modelo peruano posee una posición heterodoxa frente a la “posición dogmática y autoritaria” de quienes defienden el comunismo y el marxismo-leninista (Velasco Alvarado, 1971c, p. 13). Más precisamente Velasco indico:

En segundo lugar, representamos una clara u profunda recusación al comunismo, fundada en planteamientos que surgen de una fecunda y madura tradición revolucionaria peruana, latinoamericana y mundial. En este sentido, nuestra Revolución se inspira en las más ricas vertientes del humanismo y el socialismo revolucionarios que por esencia participan de la idea libertaria y que, por ello mismo, entregan una clara oposición a toda postura dogmática y totalitaria (Velasco, 1973b, p. 4).

Mientras que, la distancia con el modelo económico capitalista se evidenció en las siguientes palabras: 

nunca hemos ocultado nuestro propósito de iniciar la construcción de una sociedad no capitalista […] en consecuencia, a nadie debe sorprender que nuestra política económica se oriente a superar el capitalismo como sistema en el Perú y, por tanto, a reformar tan profundamente como sea necesario la estructura de las empresas capitalistas peruanas (Velasco, 1971a, pp. 5-6). 

Lo anterior no quiere decir que, el gobierno peruano buscó cortar relaciones con las potencias hegemónicas durante la Guerra Fría. Está comprobado que se buscó mantener relaciones con ambos bandos con resultados dispares, e inclusive se llegó a restablecer relaciones diplomáticas con los países del bloque oriental, incluida la Unión Soviética y con la Cuba Revolucionaria. En los siguientes términos se refirió Velasco Alvarado a la posición no alineada de su gobierno y sobre la noción que los militares, al menos el grupo más cercano al presidente, elaboraron sobre la noción de revolución:

Consecuencia inmediata de este planteamiento es el rechazo a la idea de una sola verdad revolucionaria en el mundo. Hay verdades revolucionarias, lo cual es bastante diferente. Pero nadie puede aspirar al monopolio de la razón que fundamenta y da sentido a las luchas sociales de los pueblos. No hay, por tanto, tampoco una sola vía de construcción revolucionaria, sino caminos diferentes que cada revolución debe seguir con absoluta independencia de cualquier centro de poder político o ideológico extranjero. (Velasco, 1971b, p. 12)

Este tercer nudo convocante, por tanto relaciona las formas en que se expresaron el tercermundismo y no alineamiento en el proyecto que el veslasquimo quiso construir, constituido en tercera vía en dialogo con otras experiencias de la época pero, justificándola profundamente peruana, lo que entregó complejidad a la noción de revolución que en el Perú se debatía entre los diferentes sectores progresistas y socialistas del periodo. La “ideopolítica” del General se resume en la siguiente cita pronunciada en la II Reunión Ministerial del Grupo de los 77 realizada en Lima en 1971:

Esta posición, que recoge el legado mejor de las tradiciones libertaria, socialista y cristiana, en lo que esta última tiene de renovador planteamiento social, representa la confluencia de las vertientes más ilustres del pensamiento revolucionario de nuestra tradición histórica y constituye el punto de partida de una nueva conceptualización político social en el Perú. Ella tiene por finalidad edificar en nuestro país una democracia social de participación plena, es decir, un sistema basado en un orden moral de solidaridad, no de individualismo; en una economía fundamentalmente autogestora, en la cual los medios de producción sean predominantemente de propiedad social, bajo el control directo de quienes con su trabajo generan la riqueza; y en un ordenamiento político donde el poder de decisión, lejos de ser monopolio de oligarquías políticas o económicas, se difunda y radique esencialmente en instituciones sociales, económicas y políticas conducidas, sin intermediación o con el mínimo de ella, por los hombres y mujeres que las formen. (Velasco, 1971b, p.13)

Cabe señalar una última precisión a este tercer nudo convocante. Lo que se quiere expresar es que desde la retórica de Velasco y el GRFA se buscó distanciarse de ambos modelos de sociedad, aunque, lo que más explícitamente se señaló, fue un profundo distanciamiento con respecto al modelo de sociedad capitalista en su versión neocolonialista e imperialista que se había incrustado en el Perú debido al entreguismo de las oligarquías nacionales, siendo ese el principal objetivo y por tanto posición anticapitalista. En cuando a la crítica del comunismo, esta radicó en un posicionamiento divergente frente a las opciones revolucionarias defendidas por la izquierda “moscovita” –principalmente el Partido Comunista Peruano– y otros sectores de la llamada “Nueva Izquierda al considerar que sus postulados eran dogmáticos y erróneos en la lectura de la sociedad peruana y en a la oposición que generaban los partidos políticos en los militares al haberse estos beneficiados del orden oligárquico sea cual haya sido su signo ideológico  al menos eso se creyó. Además, la crítica del comunismo se efectuó por la lectura que se hizo de los así llamados socialismos reales, por su centralismo y por la burocratización de los partidos políticos. Es así que, en las citas anteriores se observa una validación de Velasco de un tipo de socialismo que él denomina como humanista y de tradición latinoamericana y como se verá en un futuro artículo de investigación, una parte significativa de sus asesores civiles agrupados en el SINAMOS promovieron un socialismo de participación plena o “participacionismo”, inclusive defendiendo el legado de Marx y del Marxismo no soviético. Carlos Delgado señaló al respecto:

Ahora bien, como los grupos comunistas reclaman en general una procedencia teórica “marxista”, es importante tener la mejor información teórica posible sobre marxismo. Los planteamientos formulados por Marx han sido intensamente deformados en el Perú. Más aún, la obra misma de Marx, desconocida e incomprendida, ha sufrido prolongada satanización en nuestro país. Durante muchísimo tiempo se difundió la idea curiosa y arbitraria de que el marxismo representaba un cuerpo cerrado de doctrina final, acabada y dogmática. Lo que siempre fue para su creador un planteamiento de probabilidad, fluido y perfectible, se ha convertido, para diversos usos, en ideología inapelable, cuando no en religión. Y lo que se propuso como un conjunto de formulaciones interpretativas y metodológicas, ha llegado a ser para muchos una nueva ortodoxia ininteligible, a fuerza de ser abstracta y removida de la realidad […]. Todo lo anterior representa una gran deformación del significado de la contribución teórica marxista, entendiendo por ésta el trabajo desarrollado por el propio Marx desde aproximadamente 1840 hasta su muerte. A partir de enfoques básicos de interpretación histórica, Marx desarrolló una forma de razonar y una metodología de análisis frente a los problemas concretos de su sociedad y de su época. Esta contribución hizo de Marx uno de los grandes fundadores de las ciencias sociales modernas. Su aporte a la teoría social ha probado ser indesdeñable […]. Se puede –y, a veces se debe– discrepar de Marx. Lo que no se puede hacer es ignorarlo. (Delgado, 1974, p. 9)

El cuarto nudo convocante se inscribe en la relación que se estableció entre subdesarrollo, dependencia y las estrategias “nacionalistas” para superar esta situación mediante la reafirmación de la soberanía nacional. Se consideró que las transformaciones económicas propuestas por el gobierno, como las nacionalizaciones de recursos naturales, la expropiación de empresas, la industrialización y la estatización de un sector estratégico, aparte de generar condiciones de mayor justicia social, conducían a romper las cadenas de explotación y la dependencia del país, sosteniéndose que, era precisamente en el campo económico donde más marcadamente se podía observar el dominio extranjero sobre el Perú y el rol cómplice de la oligarquía. Velasco lo planteó del siguiente modo:

El Perú ha sido siempre un país subdesarrollado y dependiente. Esta Revolución se está cumpliendo para que deje de serlo. Luchamos en dos frentes. En el interno, contra el subdesarrollo; y en el externo, contra la dependencia. Ambos frentes están relacionados íntimamente. Quienes se benefician con el subdesarrollo se benefician también con la dependencia dentro y fuera del país. Por eso esta Revolución tiene enemigos internos y externos, peruanos y extranjeros. Y así como los pobres sufren el subdesarrollo, la oligarquía y sus aliados en otros países, se benefician de él. Por eso, esta Revolución se traduce en una lucha frontal contra esa oligarquía y sus cómplices, dentro y fuera del país. (Velasco, 1970 [1969], p. 140)

La cita que se comparte a continuación a propósito del cobro del deudo a la International Petroleum Company  con motivo de la expropiación de La Brea y Pariñas, es más explícita en cuanto al sentir libertador y emancipatorio que se otorgó al esfuerzo por desarrollar el país y la formación de una economía nacional con mayor control del Estado. Además, es significativo observar la posición de vanguardia que Velasco y los militares peruanos le otorgan a su experiencia en el escenario de “países subdesarrollado”, situando la gesta de “liberación económica” dentro del repertorio de acciones de los países del Tercer Mundo en su lucha por su emancipación:

Así como en la gesta libertadora del siglo pasado los pueblos ibero-americanos lucharon hermanados por alcanzar su libertad política, la cruzada que hoy libran por superar su estado de sub-desarrollo reclama que, como ayer, estrechen filas en torno a su emancipación económica […]. Ellos nos contemplan desde la eternidad y saben que si en la agresión de hoy contra el Perú no se muestra firmeza y unión, mañana otros países sucumbirán ante la presión económica o de otro orden, y sus esfuerzos habrían sido estériles y la dignidad y soberanía que soñaron para nuestros pueblos serían eternamente una ignominiosa burla. (Velasco, 1970 [1969], p. 29)

Finalmente, el quinto nudo convocante da cuenta del carácter internacionalista que el Perú buscó brindar a la experiencia revolucionaria de los militares, al inscribir al Perú en los esfuerzos de los países del Tercer Mundo por construir un nuevo orden mundial o aportar en el ya existente, un espacio de acción diferente al de las potencias hegemónica no alineándose con los intereses de éstos y emprendiendo la lucha antiimperialista por la soberanía nacional:

Sabemos muy bien la dura realidad de la dominación imperialista que en diferentes grados afecta a todas las naciones del Tercer Mundo. Y sabemos también todo el significado del Neo-colonialismo contemporáneo. De hecho la acción revolucionaria de nuestros pueblos tiene como una de sus finalidades esenciales luchar contra todas las formas de dominio extranjero. Pero nada de esto nos debe conducir a ignorar la posibilidad real de que un nuevo pensamiento rector de las relaciones internacionales insurja como resultado de los cambios profundos que hoy vive la humanidad en todos los planos de su existencia. (Velasco, 1971b, pp. 6-7)

Por lo anterior, la propuesta que reitera Velasco Alvarado es la unión de los pueblos subdesarrollados dentro y fuera de América Latina con el propósito de liberar al Tercer Mundo de la opresión extranjera. De este modo, el sentir tercermundista en la retórica velasquista se convierte en un horizonte de acción para la construcción futura de una sociedad latinoamericana y de los países del Tercer Mundo, más justa y libre:

Nos estamos uniendo para garantizar nuestra propia libertad. Nos estamos uniendo para defender los intereses de nuestros pueblos. Nos estamos uniendo para cancelar definitivamente una época signada por el subdesarrollo y dominio extranjero. Y sólo dentro de propósitos así podrá tener efectiva validez el anhelo y la lucha por construir en nuestro suelo un ordenamiento social basado en la justicia. De este modo, luchar por la unidad de nuestros pueblos es para nosotros inseparable del duro batallar en que hoy vivimos por reestructurar de manera profunda y permanente todo el ordenamiento tradicional de nuestra sociedad. (Velasco, 1972b, p. 6)

Conclusiones

La sensibilidad tercermundista que se extendió por América Latina en las décadas de los años sesenta y setenta tuvo su expresión más profunda en el Perú en la política exterior que siguió el GRFA de Velasco Alvarado. Esta afirmación puede ser contrastada en la retórica del líder máximo de la Revolución Peruana sobre todo en los discursos que pronunció con motivos de los diferentes aniversarios de la toma del poder. En estos, junto con extenderse ampliamente en la defensa de la revolución, el significado de está y en las políticas económicas a seguir, tuvo una notable preocupación respecto a la política exterior y el vínculo que el Perú buscó desarrollar con otros países del llamado Tercer Mundo en base a los principios del tercermundismo y el no alineamiento, buscando ingresar a partir de 1970-1971 en los organismos que los países más importante de estos movimientos articularon a escala planetaria. Los discursos analizados son una muestra de que en materia de política internacional el velasquismo se interesó por estos movimientos y apostó a convertirse en un referente latinoamericano y mundial de los denominados modelos de tercermundistas. 

Ahora cabe preguntarse por los motivos de esta recepción y sobre la materialización efectiva que se hizo en tanto estrategias políticas que den cuenta de una consonancia entre la retórica de Velasco y las medidas aplicadas por los militares en el gobierno. Ya se esbozaron algunas de las motivaciones que los militares habrían tenido y de las influencias intelectuales en sus cursos de formación desde el CAEM. Pero esto hay que analizarlo con mayor detenimiento y revisar hasta qué punto en aquellos cursos de instrucción sobre la realidad peruana, influyó el pensamiento tercermundista. Y también, cabría revisar si las políticas de ampliación de los lazos internacionales, las políticas de nacionalizaciones, el antiimperialismo y el nacionalismo revolucionario del régimen, efectivamente se inscribieron en la “ideopolítica” del gobernante y de su grupo de allegados. Esto último es de suma importancia para comprobar más allá del discurso, la coherencia de la práctica política con las ideas expresadas. 

Por el momento, es posible afirmar que sí hubo una recepción y articulación del tercermundismo y del no alineamiento en los discursos de Velasco Alvarado, y por medio de este, de las políticas internas y externas que el régimen buscó implementar en consonancia con el repertorio ideopolítico  de notoria semejanza con algunos de los principales postulados del sentir tercermundista global, consiguiéndose el objetivo de este escrito, agrupando aquellos elementos que consideramos en diálogo con el tercermundismo y no alineamiento en los cinco nudos convocantes desarrollados, los que en su conjunto dan forma a la compleja trama ideológica del pensamiento político que se articuló y que funcionó como forma de justificación del profundo proceso de transformaciones que propusieron implementar los militares en el gobierno.


Gabriel Mora Galleguillos es Sociólogo por la Universidad de Valparaíso. Magíster en Estudios Latinoamericanos por el Centro de Estudios Culturales Latinoamericanos (CECLA) de la Universidad de Chile y Magíster (C) en Estudios Históricos: Cultura y Sociedad en Chile y América Latina por el Instituto de Historia de la Universidad de Valparaíso.


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  1.  Algunos ejemplos son el gobierno del General Velasco Álvaro en Perú (1968-1975), el gobierno del General Omar Torrijos en Panamá (1968-1981), los gobiernos de los Generales Ovando Candía y Torres González en Bolivia (1969-1971) y el gobierno del General Rodríguez Lara en Ecuador (1972-1976). ↩︎
  2. Este artículo se inscribe en un proyecto de investigación para la obtención del grado de Magíster en Estudios Históricos: Cultura y Sociedad en Chile y América Latina (Universidad de Valparaíso) titulado “¿Quién hace La Revolución? Debates entre los intelectuales de izquierda del Perú sobre el Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas de Velasco Alvarado (1968-1982)”, el que se enmarca en la investigación FONDECYT Regular “Los proyectos ideológicos de los gobierno militares de izquierda en América Latina y su relación con la Doctrina de Seguridad Nacional: Perú, Panamá, Bolivia y Ecuador, 1968-1981, del historiador Germán Alburquerque. ↩︎

La pacarina

Pacarina o paqarina es una voz andina, un término quechua de tenor polisémico, que alegóricamente nos ayudará a expresar nuestras ideas, sentires y quehaceres. Signa y simboliza el amanecer, el origen, el nacimiento y el futuro. Se afirma como limen entre el caos y el orden, la luz y la oscuridad, el nacimiento y la muerte, lo femenino y lo masculino, el silencio y lo sonoro. La pacarina es lago, laguna, manantial y  mar del Sur, el principal eje de la unidad y movimiento del mundo contemporáneo.

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